«Memento mori»: la muerte como experiencia y esperanza

Los monjes trapenses eligieron como lema de su Orden «recuerda que morirás»
Temas: muerte, esperanza
Publicado en diariosigloxxi.com
Llucià Pou SabatéMartes, 23 de enero de 2024, 09:52 h (CET)
Los monjes trapenses eligieron como lema de su Orden «Memento mori»: recuerda que morirás. Pero podemos reflexionar sobre la muerte desde el punto de vista de la experiencia vital, que nos sirve para vivir bien; o bien desde la esperanza de salvación, que nos sirve para vivir felices con esa perspectiva de que pasaremos a una situación mejor.
1. Expectativas ante la experiencia de la muerte«Enséñanos a contar nuestros días y llegaremos a la sabiduría del corazón» (Salmo 90,12), reza el salmista. También Jesús nos anima a trabajar, pues «mirad porque no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13), nos invita a buscar los bienes de arriba, no la riqueza que se pudre, es la conclusión de la parábola del hombre rico que planeaba construir graneros más grandes para su cosecha: «Insensato, esta misma noche se te pedirá la vida. Y lo que has preparado, ¿de quién será?» (Lc 12,20). Así pues, nos anima a mirar «¿de qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde la alma?» (cf. Mt 16,26).   El modo sapiencial de hablar de la muerte se encuentra en todas las tradiciones espirituales. La filosofía ha ahondado en ello también, desde los estoicos al existencialismo en Occidente, y en muchas corrientes orientales. Somos dueños de nuestro destino.
Martin Heidegger define al hombre como «un-ser-para-la-muerte»[1], y ante la falta de perspectiva sobrenatural piensa en la nada, el nihilismo: “Todo intento de proyectarse y de elevarse es un salto que parte de la nada y termina en la nada”[2].
San Agustín, en cambio, tuvo una intuición mucho más rica: no el nihilismo, sino fe en la vida eterna: «Cuando un hombre nace —escribía— se hacen muchas hipótesis: tal vez sea hermoso, tal vez sea feo; tal vez sea rico, tal vez se pobre; tal vez vivirá mucho tiempo, tal vez no… Pero de nadie se dice: tal vez muera o tal vez no muera. Esta es la única cosa absolutamente segura en la vida. Cuando sabemos que uno está enfermo de hidropesía [entonces era esta la enfermedad incurable, hoy son otras] decimos: «Pobre hombre, debe morir; está condenado, no hay remedio». ¿Pero no deberíamos decir lo mismo de uno que nace? «¡Pobre hombre, debe morir, no hay remedio, está condenado!». 
¿Qué importa si en un tiempo un poco más largo, o un poco más corto? La muerte es la enfermedad mortal que se contrae al nacer»[3].   La vida es como «un vivir que es un correr a la muerte» (Dante)[4]. Con frecuencia vemos que algunos criminales suben al culmen del éxito, y que personas de buen corazón sufren penalidades: “¿esto es justo?”, decimos. Y pensamos que el tiempo pondrá todo en su sitio, que llegará un momento en que todo se equilibre. Por eso se ha aconsejado ponerse en el momento de la muerte: ¿haría esto, o bien esto otro? Y escoger con esa libertad que se enriquece con la responsabilidad. Puesto que «no tenemos una morada estable aquí abajo» (Heb 13,14), ese pensamiento puede ayudarnos a decidir con la mirada puesta en la eternidad.
Y así la muerte será nuestra hermana, como decía Francisco de Asís: «Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la que ningún hombre vivo puede escapar… benditos aquellos a los que encuentre en su santísima voluntad, porque la muerte segunda no les hará ningún daño». Y en esta perspectiva “nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir” (Jorge Manrique). «Cristo mismo —dice san Gregorio de Nisa— nació para morir»[5], y resucitar, pues la muerte es paso hacia la Vida.
2. Expectativas de la esperanza cristiana“Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo” (Catecismo, 1010): “En la muerte Dios llama al hombre hacia Sí. Por eso, el cristiano puede experimentar hacia la muerte un deseo semejante al de San Pablo: «Deseo partir y estar con Cristo»” (id., 1011).   Algunas corrientes orientales ven que tiene que haber una continuidad, para quemar el karma, una purificación. Ya Platón incorporó ese pensamiento a Occidente siguiendo a los pitagóricos y corrientes órficas. Pero no tienen en cuenta que hemos ampliado nuestro contexto, intuimos que hay otras dimensiones más allá de la inmensidad de este universo de tres dimensiones. Y que esta continuidad de la Vida no necesita de otras experiencias corporales. De ahí que la iglesia diga que “ya no volveremos a otras vidas terrenas. Está establecido que los hombres mueran una sola vez. No hay reencarnación después de la muerte” (id., 1013). Es una visión de la muerte que se expresa en la liturgia de la Iglesia como paso a esas otras dimensiones: “La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo” (Misal Romano, Prefacio de difuntos)[6].
[1]M. Heidegger,  Essere e Tempo, § 51 (Longanesi, Milán 1976) 308s [trad. esp. Ser y tiempo (Fondo de Cultura Económica, México 2002)].
[2]Ib. II, c. 2, § 58, p. 346.[3]San Agustín, SermoGuelf. 12, 3: Miscelánea Agustina, I, 482s.[4]Purgatorio, XXXIII, 54.[5]San Gregorio de Nisa, Or. Cat.,  32: PG 45, 80.[6]“Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, todos nosotros resucitaremos en el último día” (Catecismo, 1016). Esta visión cristiana incorpora un sentido de la muerte como consecuencia del pecado, con un tono un tanto misterioso: “Como consecuencia del pecado original, el hombre debe sufrir «la muerte corporal, de la que el hombre se habría liberado, si no hubiera pecado» (Gaudium et Spes 18)” (id., 1018). En cualquier caso, ese desequilibrio histórico se reconduce con la redención: “Jesús, el Hijo de Dios, sufrió libremente la muerte por nosotros en una sumisión total y libre a la voluntad de Dios, su Padre. Por su muerte venció a la muerte, abriendo así a todos los hombres la posibilidad de la salvación” (1019).

Reflexiones sobre la vida y la muerte

2023-11-02

Las lecturas litúrgicas de hoy se escogen libremente, de entre las varias que ofrece el...

Llucià Pou Sabaté

Conmemoración de todos los fieles difuntos: la comunión con los difuntos está basada en la esperanza en Jesús que nos lleva más allá de la muerte, hasta la vida de amor del Cielo

«La fe embellece la muerte y la hace dulce, alegre, preciosa y deseable»

Dicen que un análisis de sangre basado en pruebas del ADN indica la longevidad de las personas: no una fecha precisa de defunción, sino una probabilidad estadística de llegar a los 90 años. Y se quiere alargar la vida por todos los medios, incluso por una “copia” de la mente en bits, que pueda implantarse en otra persona o incluso mantenerse en un ordenador. Pero no estamos solamente en el cuerpo, ni siquiera en el cerebro y ADN: tenemos alma. Y no tenemos en la tierra morada permanente, sino que estamos de paso, de camino hacia la vida eterna. «La fe embellece la muerte y la hace dulce, alegre, preciosa y deseable si se despoja de toda idea de destrucción, que tan espantosa la hace a la mayoría de los hombres, y representándola como un rescate de esta cárcel terrena, en la que se suele agonizar más que vivir» (Gioberti).

Lo que verdaderamente cuenta es el amor

Son días para rezar más por las almas del Purgatorio, siguiendo el ejemplo de los santos, que nos muestran que no tienen importancia el éxito o el fracaso, la salud o la enfermedad, la carencia o la abundancia de medios… Lo que verdaderamente cuenta es el amor. «Cuanto más recordemos a las personas queridas y nos aflijamos por ellas, tanto más aprenderemos a imitar su buena conducta y a estimarlas, aunque las hayamos perdido» (U. Foscolo).

¿Qué pasa con los que mueren?

Se ha rezado siempre por ellos en la Iglesia, y se ha formulado la explicación del purgatorio, que no es una cárcel en el más allá, sino el Señor Jesús, en el momento de la muerte, cuando hay el juicio, sale al encuentro del hombre. Con ese abrazo de amor, se le quema al hombre toda la «paja y heno» de su vida y que sólo permanece lo que únicamente puede tener consistencia. Se transforma en aquello que está llamado a ser. Al decir “sí” se hace capaz de acoger la misericordia de Dios. Como el egoísmo le podría impedir decir un “sí” total, debe ser transformado con ese fuego que le transforma con su llama en aquella figura sin mancha que puede convertirse en el recipiente de la eterna alegría. Como todos estamos unidos, podemos rezar por los que han muerto, por ejemplo si uno que muere ha hecho daño a otro, cuando este le perdona ya queda libre de esa pena y puede volar al cielo, y así pasa con todo: estamos en comunicación, y podemos ayudarnos unos a otros, los vivos y los difuntos (Joseph Ratzinger).

Orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados

Creemos que “en Cristo Señor nuestro, brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección: y así aunque la certeza del morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”, reza la liturgia. También el Catecismo de la Iglesia Católica nos habla de la comunión con los difuntos: “»La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones pues es una idea santa y provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados’ (2 M 12, 45)» (Lumen Gentium 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor” (n. 958).

Todos hemos de morir

Las lecturas litúrgicas de hoy se escogen libremente, de entre las varias que ofrece el formulario de difuntos. Por ellos ofrecemos hoy la misa. La esperanza nos permite vivir sin miedo a la vida y sin miedo a la muerte: La muerte, “salario” del pecado original, es algo tan olvidado y de otra parte algo tan normal: todos hemos de morir. La muerte, para los hijos de Dios, es vida: “no tenemos aquí ciudad permanente, vamos en busca de la que está por venir” (Hebreos 13,14): la que el Señor nos tiene preparada desde siempre: el cristiano que se une a Él en su propia muerte, ésta ya se convierte en entrada a la vida eterna.

La vida plena responde a las aspiraciones más profundas del corazón humano (¡cuántas cosas hacemos para alargar la vida, para luchar contra la enfermedad y la muerte!). Pero la experiencia constante es que, más pronto o más tarde, todos morimos, porque somos hijos de esta tierra, perecederos («por Adán murieron todos»).  Jesús, también. «Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!» El camino del Hijo es el camino de los hijos; avanzamos hacia el triunfo de Jesús; cuando celebramos su victoria anunciamos la nuestra. Nuestra vida no se agota en lo que vemos y tocamos, en lo que podemos darnos unos a otros: como Jesús, hemos nacido de Dios y a Dios retornamos, nuestro  aliento está en manos del Padre. Tal es la promesa hecha a «los cristianos», a los que viven como él vivió. La muerte no es para el cristiano la nada y la destrucción: si rompe unos lazos, quedan otros, y tanto si vivimos como si morimos estamos siempre en las mismas manos: las del Padre. “Aquellos que nos han dejado no están ausentes, sino invisibles. Tienen sus ojos llenos de gloria, fijos en los nuestros, llenos de lágrimas” (San Agustín).

Visión de la vida y de la muerte

Dedicar un día del año litúrgico a la oración de todos los difuntos apareció como costumbre de algunas ordenes monásticas bien pronto, aunque es en el siglo IX cuando aparece en algunas parroquias. Con el tiempo se fue extendiendo a la Iglesia universal.

La muerte es “la pascua”, se trata de un «paso» que comienza en «morir» a todo lo que nos separa del Padre, tanto el pecado como nuestra propia vida terrena, pues, al final, tienen que ser destruidos para llegar a un «resucitar» que nos haga posible el encuentro definitivo y plenificante con Dios Padre y participar de su gloria. Esta visión de la vida y de la muerte es la que engendra la actitud de serenidad y esperanza ante la muerte que presiden las lecturas y las oraciones de la liturgia de hoy (Antonio Luis Martínez).

Dice la Sabiduría que para los santos las pruebas se vuelven justicia, pues de este modo «Dios los probó como oro en crisol, y los recibió como sacrificio de holocausto». Lo que los hombres juzgaron la verdad, no lo fue. El descalabro pasó a ser camino de gloria, de enaltecimiento de los justos sobre razas y pueblos, para juzgarlos y dominarlos, sin otro rey que el Señor.

Termina su vida, pero perdura nuestro amor

Hay una comunicación entre los de aquí y los que han cruzado el río de la vida, y podemos ayudarles con nuestros esfuerzos y sacrificios (el sentido profundo de los sufragios por los difuntos) y ellos nos animan como espectadores que están viendo nuestro partido, pues estamos corriendo en el campo y ellos desde la grada: “¡venga, ánimo… mete este gol!” En estos días que se preparan dulces tan buenos siguiendo las tradiciones populares, pienso que con aquella sonrisa o detalle de servicio vamos amasando, con buenos ingredientes, esos dulces que se amasan con amor.

Después de la muerte, encuentro con la justicia divina

El Evangelio del juicio es poco de cumplir preceptos, y mucho de amar a los demás: “cuanto hacíais con ellos… conmigo lo hacíais”. Teresita de Jesús hablaba de que el amor de Dios se volcará por completo en llenar nuestra capacidad de amor cuando muramos, dependiendo de nuestra capacidad tendremos más o menos, todo el máximo que podamos albergar en nuestro corazón. Por eso, «todo cuanto pudieres hacer de bueno, hazlo sin perder tiempo (…) porque ni obra, ni inteligencia, ni sabiduría, ni ciencia ha lugar en el sepulcro, hacia el cual vas corriendo» (Eclesiástico, 9,10).

Entrevista a la Dra. Elizabeth Kubler Ross (La pérdida del ser querido)

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(Fue una gran experta en el tema del dolor y la muerte, acompañó en los momentos de morir a más de 20.000 personas, y se preocupó y elaboró una explicación sobre el más allá; fue una experta en humanidad. Pongo sus respuestas en cursiva. Si está algo chiflada o no, cada uno es libre de opinar, pero es bonito lo que dice. Claro que alguna cosa no es real del todo, porque los que mueren no tienen aún cuerpo… pero basta tomarlo como un cuento para explicar algo real, con un ropaje fantástico, o mágico. También hay que decir que la pobre quería comprender a todos, de cualquier religión, y exagera el parecido entre religiones, le falta algo: en Jesús somos todos llamados a la salvación, sea cual sea el camino -la religión- que uno siga en rectitud de conciencia. Quería poner estas notas al principio para orientar en esta lectura…)

La muerte, una graduación: Luego de ayudar a enfrentar la muerte a miles de personas, lo que viene después ya no es misterio para usted. Describe los distintos estadios del desprendimiento del cuerpo, la capacidad para percibir todo cuanto ocurre en el momento de la muerte y que no morimos solos. Y lo dice claramente. Me pregunto cual es su respuesta a los críticos que ven todo como una fantasma. ¿Cómo puede usted estar tan segura?

Bien, se trata de la diferencia entre creer algo y saber algo. Investigué todo esto durante quince años y si, mas allá de la sombra de toda duda. Lo que la gente experimenta a cada paso en las experiencias cercanas a la muerte es verificable.

¿Cómo?

Para verificar la integridad de la persona al desprenderse del cuerpo físico, entrevistamos a ciegos que no habían tenido percepciones luminosas durante diez años o mas y les preguntamos qui vieron durante sus experiencias cercanas a la muerte, y nos describieron qui ropas usaba la gente, aquí joyas, relojes y armazones de anteojos llevaban. Al volver a la vida son tan ciegos como murciélagos, como antes.

¿Qui puede decir del concepto de encontrarse con los seres queridos en el momento de la muerte?

Eso es fácil de verificar. Lo controlé con niños que habían sufrido accidentes familiares múltiples donde la mayoría, no todos, resultó muerta. Los niños seriamente heridos son enviados siempre a unidades de traumatología o de quemados, y no se les dice quienes murieron en el accidente. Los visito dos o tres días antes de la muerte. En un momento determinado se produce en ellos un cambio psicofisiológico. Cuando están en coma, despiertan; cuando estuvieron muy inquietos, se calman. Entonces les hago compañía y les pregunto: ¿Puedes contarme qué experimentaste? Y no me miran a mí, sino a través de mí. Es como si interrogaran qué razón me llevó a formular este interrogante. Y entonces dicen con toda calma e increíble serenidad: «Ahora todo esta bien. Papa y mama me están esperando». En quince años no tuve un solo caso de un niño que no mencionara a otra persona que le precediera en la muerte en por lo menos diez minutos.

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¿El chico sabe de la muerte de miembros de su familia y usted no, o no hay otro medio por el cual pueda saberlo?

No son informados. Todos mantienen el secreto temiendo que al saber la muerte de su mama abandonen toda esperanza y dejen de luchar por la vida.

Usted trabaja mucho con niños moribundos y dijo que son diferentes de los niños sanos y posiblemente también de los adultos moribundos.

Sólo son diferentes los chicos que estuvieron enfermos por mucho tiempo, porque su reloj espiritual comienza a funcionar antes. En los niños normales, esto suele no ocurrir hasta la adolescencia. Pero un niño de nueve años que tuvo leucemia desde los tres, pasó dos tercios de su vida en un hospital, sin ir a la escuela, sin amigos. Hay mucho sufrimiento, y esto estimula el desarrollo prematuro del reloj espiritual. Por eso los chicos que han estado enfermos son muy diferentes de los que mueren jóvenes, atropellados por un automóvil.

¿Estos chicos son capaces de compartir sus experiencias? Usted se refiere a ellos como teniendo experiencias extracorpóreas. ¿Pueden compartir estas experiencias con sus padres?

Depende de la clase de padres que tengan. La mayoría de mis pacientes pequeños pudo compartir esas experiencias.

¿No es esto demasiado amenazante para ellos?

Para cierta gente lo es, pero pienso también que están preparados por la enfermedad del chico y esta abiertos a diferentes cosas de las que antes no eran receptivos.

Es difícil enfrentar la muerte de un niño. ¿Por qué cree usted que algunos nacen solamente para pasar unos pocos días en este mundo?

Pienso que los pequeños que mueren jóvenes vienen al planeta Tierra como maestros. Y la muerte de un niño es una enseñanza increíble. La gente cambia totalmente, como 180 grados.

¿De manera que Usted cambia por las experiencias que ellos tienen?

Sí.

¿Y usted los ve como elegidos, y no como infortunados?

No, no son infortunados Ellos están en la “escuela” sólo por un breve tiempo, en tanto nosotros pellejos viejos, debemos aprender durante cincuenta, sesenta, setenta, ochenta noventa años.

¿Quiere decir que, en realidad, aprendieron tanto que pueden irse pronto?

Sí, o que vinieron con un propósito específico: ayudar a sus padres a tener mayor comprensión, amor o compasión.

Es también por medio de los niños, creo, que usted aprendió de ángeles guardianes y otras cosas que suenan a fantasma de escuela dominical.

!Oh, mucho! Y cuando ingresan al primer grado sus padres dicen: «No hables con esos amigos imaginarios. Ya eres un chico grande». Y eso los hace callar la boca. Pero al estar moribundos los perciben nuevamente y siguen hablando con ellos.

¿Cada persona tiene un ángel guardián?

¿Qui papel juegan en nuestra vida? Obviamente, no nos ayudan a evitar tragedias.

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No. Lo que no les esta permitido es ayudarnos a interferir con nuestra libertad de elección. La libertad de elección es el más grande de los dones de Dios. Pero somos responsables por todas las elecciones y de cada consecuencia de esas elecciones. Las tragedias son oportunidades de crecimiento y de aprende por qui estamos en un cuerpo físico. Nadie gustaría de una vida donde todo esta servido en bandeja de plata, carente de tormentas de viento.

¿Y los guías están allí para consolarnos?

Nos guían, nos conectan con al gente apropiada en el momento oportuno, en el lugar correcto. Literalmente nos guían para que nos mantengamos en el camino, en la ruta principal, para que podamos cumplir la misión o el propósito que elegimos antes de nacer.

Si conectamos eso al concepto de sincronicidad de Karl Jung, ¿el ángel guardián nos ayuda a reconocer ese evento sincrónico?

Sí. No hay coincidencias. Yo las denomino «manipulaciones divinas» si en toda su vida no chequea mas que las llamadas coincidencias, entonces sabrá hasta qui punto es guiado, dirigido y amado.

¿De manera que eso tiene significado?

Sí, significado positivo.

Todos los períodos de la historia tienen grandes tragedias. Actualmente la gente muere de hambre en Somalia y mas cercanamente tenemos, por ejemplo, la epidemia de sida. ¿Cual es el propósito de estos sufrimientos?

Creo que Dios esta detrás de todo esto. Estamos en medio de la Madre Tierra, porque la Madre Tierra también tiene sida, esta muriendo por la polución, por nuestra negligencia, por arrojar materias tóxicas. Y pienso que todo el planeta esta en un periodo de renacimiento, de renovación y construcción y mi intuición -no mi conocimiento-es que estas pocas almas heroicas optaron por tener sida para intensificar la limpieza del planeta, para que la gente se torne menos gomita, menos agresiva, menos discriminatoria, y tenga mas amor, comprensión y compasión.

¿De modo que sufren por nosotros y por la Tierra?

Sí. Y es una enorme intensificación natural de su crecimiento espiritual.

Pienso en el concepto de Nietzsche del «amor fati» (el amor al propio destino), pero temo que puede ser difícil amar ese destino personal cuando uno se esta muriendo de hambre o de sida.

Uno de mis guías me dijo que deseaba volver a la Tierra una vez más. Quería morir de hambre siendo niño por nuestra polución, nuestra negligencia. Y le dije:» ¿Puedes ser tan estúpido? Y con gran amor y serenidad respondió: «Eso intensificaría mi compasión.»…

¿Tuvo usted alguna experiencia extracorpórea que la afirmara en sus conclusiones?

He tenido varias experiencias.

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Duelo: etapas y tipos. Moodle: La perdida del ser querido

El duelo normal. Parálisis 1. Incredulidad – Negación – Confusión – Llanto explosivo. 2. Regresión – Berrinche – Desesperación. 3. Furia – Con el causante de la muerte – Con el muerto por abandono. 4. Culpa – Por no haberlo podido salvar – Por lo que no hicimos – Impotencia – Desasosiego. 5. Desolación – Seudoalucinaciones – Idealización – Idea de ruina. 6. Fecundidad – Acción dedicada – Acción inspirada. 7. Aceptación – Discriminación – Interiorización.

Después del recorrido. “En medio de este atolladero de angustia encontré la fuerza para luchar y salir adelante. Quizás me di cuenta de que mi esposa no hubiese querido verme así. Algo me hizo aferrarme a la vida y al amor” (Williard Kohn). Supongo que hay algunas cicatrices más memoriosas que duelen para siempre. Pensar que alguien puede terminar de elaborar el duelo de un ser querido en menos de un año es difícil, si no mentiroso. El primer mes es terrible, los primeros seis meses son muy difíciles, el primer año es bastante complicado y después empieza a hacerse más suave. No hay que olvidar que si he vivido casi toda mi vida reciente sabiendo que otro existía, vivir el duelo de su ausencia implica empezar una nueva historia. Y esto tiene que ver con el habernos alejado de los ritos. Los ritos están diseñados para el aprendizaje y la adaptación del hombre a diferentes cosas. Entre ellas, para que el individuo acepte la muerte y acepte la elaboración del duelo. Los ritos tienen que ver con la función de aceptar que el muerto está muerto y con la legitimación de expresar públicamente el dolor, lo cual, como vimos, es importantísimo para el proceso. Los ritos, aprendí, son importantes. Las costumbres populares, las tradiciones, protegen esos ritos.

El duelo patológico: el duelo de las heridas que nunca cicatrizan. En el hospital uno ve hombres y mujeres que vienen con heridas que tienen dos o tres años, y uno no entiende por qué pero pregunta y descubre lo que pasa: cada vez que llegan a la casa se arrancan la cascarita, porque les molesta, porque les pica, porque queda fea. Y vuelven a empezar. No hay que rascarse, hay que animarse a vivir el dolor de la etapa de la tristeza desolada y dejar que el río fluya confiando en que somos lo suficientemente fuertes para soportar el enorme dolor de la pena.

Tipos de duelo: La muerte es algo natural, incontrastable e inevitable. Hemos manifestado permanentemente la inequívoca tenencia a hacer a un lado la muerte, e eliminarla de la vida. Hemos intentado matarla con el silencio. En el fondo nadie cree en su propia muerte. (Vamos a repasar varios tipos de duelo, en el primero pondré el consuelo de la Eucaristía. En otro folleto me extenderé sobre la consideración de la esperanza y las verdades eternas). En el inconsciente cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad. Y cuando muere alguien querido, próximo, sepultamos con él nuestras esperanzas, nuestras demandas, nuestros goces. No nos dejamos consolar y hasta donde podemos nos negamos a sustituir al que perdimos. Ante el dolor de la muerte de una persona querida, sobre todo si es joven, algo tan inesperado, no lo entendemos, y vemos que no podemos hacer nada. Entonces, sentimos la necesidad de rezar. Dios pone en nuestras almas este sentimiento, esta necesidad. Del más allá sabemos lo que Jesús nos ha dicho: “yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí vivirá”. La muerte del cristiano es una participación en la muerte de Jesús. Que Jesús haya muerto en la Cruz es la prueba de que no nos deja solos en el sufrimiento, y que Jesús haya resucitado es prueba de nuestra resurrección.

El amor humano nos hace entender el amor de Dios, un amor que ha de ser eterno. Cuando un ser amado nos ha dejado sabemos que el amor no acaba con la muerte, el amor es más fuerte que la muerte, y hoy le decimos: “hasta pronto”. Para él, la muerte ha sido un cerrar los ojos a la tierra y abrirlos a la vida eterna, un nacimiento nuevo. Para nosotros, un no verle pero saber que está en Dios, y en la Misa podemos encontrar a los que están en el Señor, pues aquí está el Señor. A veces, puede entrarnos miedo al pensar en la muerte. Hemos de llenarnos de esperanza. Mirad que un acto de contrición, un acto de amor, una petición de perdón, Dios lo valora inmensamente: Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino, le dijo el buen ladrón a Jesús, su respuesta inmediata fue: ¡en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso! es evidente que Dios quiere que aprendamos la lección. El fruto de esta Eucaristía que aplicamos por el alma de los difuntos para que alcance el descanso eterno, está indisolublemente ligado al gran bien de un profundo cambio de vida en mi y en cada una de vosotros: un cambio interior y exterior: Un cambio de planteamientos, de objetivos, de horizontes vitales, de costumbres, de diversiones, … Jesucristo tuvo palabras muy duras para los judíos de su tierra: ‘Mirando no veis y escuchando no entendéis… ‘viviendo tan cerca de Él, fueron tan frívolos, tan vulgares, tan superficiales que no supieron descubrir ni tan siquiera a un Hombre de bien, no sólo no le reconocieron como Dios sino que le condenaron a muerte.

El suicidio. Por más que lo intentas, nunca conseguís entender las razones que lo llevaron a tu ser querido a quitarse la vida. El suicidio deja siempre detrás de sí muchas preguntas.

Es natural sentir mucha rabia y enfado hacia la persona que se suicidó. Si cuando se muere te enojas con el difunto aunque haya muerto en un accidente, cuánto más te enojarás cuando él o ella decidieron morirse.

Creo que si el suicida supiera el daño que produce en la familia cercana, sobre todo en los hijos cuando los hay, no se suicidaría. Si de verdad uno supiera lo que los hijos irremediablemente piensan cuando su padre o madre se suicida: «Ni siquiera por mí. Ni siquiera yo era una buena razón. Ni siquiera pensó en mí». Y esto es muy doloroso para sustentar después la propia autoestima. Me parece que esto confirma que el que se suicida no puede pensar con cordura en ese momento. Es un mártir de su enfermedad, decía el sacerdote ante la muerte de una persona que se tiró por la ventana pensando en que era mala, y era buenísima, en esos momentos, me decía un psiquiatra, todos los casos que había conocido sólo podían captar el descanso. Así se explica que hagan cosas raras como aquella madre que dejó todo limpio y los niños bien dormidos, antes de irse de casa y matarse. No captan la realidad, sólo la necesidad de liberarse de la situación de agobio, y buscan un descanso, una liberación de su angustia, sin pensar en las consecuencias que tiene eso para los que le rodean, que necesitan de su presencia.

Duelo por viudez (la muerte de la compañera le había roto el corazón… literalmente). Cuando la realidad conocida se rompe, lo seguro y ordenado se vuelve caótico. El mundo parece hostil y nada puede aliviar la incertidumbre y la inseguridad. Y cuando la responsabilidad de mantener el provisorio orden ahora compartida con otro que ya no está, aparecen la desesperación y el vacío.

Lista de cambios (dolor): Muerte del cónyuge 100; Condena en la cárcel 91; Muerte de un hijo 83; Divorcio 80.

Cuando un hijo se muere y la pareja se mantiene unida, hay dos a los que les está pasando lo mismo, hay alguien que puede comprender lo que nos pasa. En cambio cuando la pareja es la que muere, a nadie, repito, a nadie, le está pasando lo mismo, estamos verdaderamente solos en nuestro dolor. Con frecuencia el que sobrevive muere poco después.

Dicen los viudos y las viudas: «El dolor de la pérdida de la pareja desgarra y uno se pregunta cómo seguir viviendo». «El silencio hiere los oídos, el hogar se convierte sólo en una casa». «El llanto y la rabia se vuelven tu diaria compañía». «No podes definir si sentís pena por el que se fue o por vos mismo». «¿Cómo seguir respirando, caminando, haciendo lo cotidiano sin ella?». «¿Mi capacidad de amar podría seguir existiendo?». «Uno se siente como una baraja de naipes arrojada al aire». Hay que luchar por rehacerse…

Un hombre que pierde a su mujer puede sentirse desconsolado, pero difícilmente desamparado porque las mujeres estructuran su subjetividad en torno a los vínculos, mientras que los hombres la construyen en torno de su trabajo.

«Yo soy yo y todos aquellos a quienes amo». La persona que murió no se pierde, porque es interiorizada emocionalmente. Lo que queda vacante es el lugar de los roles que ocupaba. «Cuando murió mi esposa viví su muerte como un terremoto. Fui perdiendo de a poco a todos mis amigos. No sabía cómo se pagaba la luz, dónde se compraba la fruta ni cómo se conseguía la leche. Mis hijos me trataban como si fuera un inútil.

Un día los junté a todos y les dije: «Un momento, me quedé viudo, no descerebrado». Ese día todo empezó a retomar su rumbo.

Después de la muerte de tu pareja es muy difícil permitirse una nueva relación. No es indispensable hacerlo pero es importante saber que es posible.

Pérdida de un hijo: cuenta E. Rojas: “La trascendencia es lo que te permite mirar por sobreelevación. Hay una perspectiva inmediata y otra mediata. La reacción inmediata ante la muerte de mi hijo Quique, es sentirse partido por la mitad. Mi mujer, sin exagerar, estuvo un año llorando” (Olaizola, Más allá de la muerte, p. 82). Mientras él ve la situación global, ella percibe cada detalle de la realidad. Mientras él piensa qué hacer ella actúa intuitivamente, mientras él es lógico ella se vuelve cada vez más sensible. Mientras él se pelea con el adentro, ella se enfrenta con el afuera. Mientras él solamente suspira ella se anima a llorar. Y entonces frente a la muerte de un hijo muchas veces sucede que: Ella necesita hablar sobre la muerte y vuelve sobre los detalles. Él se siente incómodo con el tema y preferiría no hablar más sobre el asunto. Ella no consigue empezar a adaptarse a los 18 o 24 meses. Él empieza a acomodar su vida a los seis u ocho meses. Ella siente deseos frecuentes de visitar la tumba. Él prefiere no volver a pisar el cementerio. Ella lee libros, escucha conferencias o asiste a grupos. Él se refugia en el trabajo, su hobby o las tareas de la casa. Ella no tiene prácticamente ningún deseo sexual. Él quiere hacer el amor para buscar un mejor encuentro. Ella sabe que su vida ha cambiado para siempre. Él quisiera que ella vuelva a ser la de antes. Mantener la pareja unida es, pues, todo un desafío. Vuelvo a E. Rojas: “Como psiquiatra, acostumbrado a contemplar el sufrimiento ajeno desde dentro, a través de esos representantes que son la depresión, la ansiedad, la inseguridad, los complejos y tantas cosas más, vuelvo a lo esencial: la necesidad de tener puntos de referencia claros. Y ahí cobran especial relieve las creencias. Las ideas van y vienen, se mueven dentro de nosotros, mientras que las creencias son la tierra firme y sólida donde nos apoyamos. El que no tiene creencias va flotando por la vida sin asidero” (ibid, p. 87). Es importante mantenerse lo más unidos posibles, sin asfixiar ni colgarse de la compañía del otro. Es imprescindible aprender a poner en palabras lo que está pasando para ayudarse mutuamente, porque es casi imposible pasar por este dolor y sobrellevar esta situación sin tu pareja.

Ideas de que el otro es de alguna manera responsable de la muerte. Sentimientos de impaciencia e irritabilidad hacia el otro. Falta de sincronicidad en los momentos de mayor dolor o las recaídas. Falta de coincidencia en las necesidades sexuales.

Después de enunciar todas estas diferencias y dificultades es fácil entender por qué una de cada cuatro parejas termina separándose.

Es imprescindible alejarse todo lo que se pueda de la gente desubicada que quiere «ayudar» en este momento tan difícil. Porque la mayoría de los conocidos o familiares cercanos no tiene ni idea de qué hacer con este tema y dice pavadas porque cree pavadas.

Pero hay que comparar el dolor con un préstamo.

Debemos devolver el préstamo algún día. Entre más tardemos en hacerlo, más altos serán los intereses y las multas. Nadie tiene mala intencionalidad, pero los que te quieren, que no soportan verte sufrir, son capaces de sugerir para solucionar la amenaza a SU integridad que representa tu dolor: «Que otro hijo es la solución a tu dolor.» «Que necesitas olvidar a tu hijo y seguir con tu vida.» «Que tienes que sacar las fotos de tu hijo de tu casa.» «Que hay que pensar en otras cosas». Lo cierto es que nada saben de lo que nos pasa. Quizás por eso la elaboración del duelo por la muerte de un hijo es el evento más solitario y más aislante en la vida de una persona ¿Cómo puede entender alguien que no ha pasado por lo mismo, la profundidad de este dolor? Muchos padres dicen que los amigos se convierten en extraños y muchos extraños se convierten en amigos. Lo mejor para hacer es aceptar la profundidad del dolor como la reacción normal de la experiencia más difícil que una persona puede vivir. Los grupos de apoyo o de autoayuda son un paraíso seguro para que los padres que han perdido un hijo compartan lo más profundo de su pena con otros que han pasado por los mismos sentimientos. Muchos grupos de apoyo están llenos de personas fuertes y comprensivas dedicadas a ayudar a padres que sufren la pérdida de su hijo para que encuentren esperanza y paz en sus vidas. En estos grupos los padres aprenden a saber que no están enloqueciendo. A sentirse solidarios en un todo con lo sucedido. A aceptar que les pasa lo mismo que a muchos otros. A compartir el duelo con autenticidad basado en el amor por su pareja y en el sincero cariño que sentían por quien hoy no está.

Pérdida de un embarazo. «Sólo hay una cosa que me puedo imaginar más terrible que la muerte de mi hijo: No haberlo siquiera conocido.» Cuentan que había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano: su hijo había muerto. Desde la muerte y durante años no podía dormir. Lloraba y lloraba hasta que amanecía. Un día, cuenta el cuento, aparece un ángel en su sueño. Le dice: – Basta ya. – Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más. El ángel le dice: -¿Lo quieres ver? Entonces lo agarra de la mano y los sube al cielo. – Ahora lo vas a ver, quédate acá. Por una acera enorme empieza a pasar un montón de chicos, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los angelitos. El hombre dice: -¿Quiénes son? Y el ángel responde: – Estos son todos los chicos que han muerto en estos años y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros… – ¿Mi hijo está entre ellos? -Sí, ahora lo vas a ver. Y pasan cientos y cientos de niños. – Ahí viene -avisa el ángel. Y el hombre lo ve. Radiante como lo recordaba. Pero hay algo que lo conmueve: entre todos es el único chico que tiene la vela apagada y él siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo. En ese momento el chico lo ve, viene corriendo y se abraza con él. Él lo abraza con fuerza y le dice: – Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz?, ¿no encienden tu vela como a los demás? – Sí, claro papá, cada mañana encienden mi vela igual que la de todos, pero ¿sabes lo que pasa?, cada noche tus lágrimas apagan la mía. Así, ellos están contentos si seguimos luchando, con alegría, dándonos a los demás, viviendo.

25. Ayudar a otros a recorrer el camino. Sin embargo, a pesar de esta certeza, podemos observar los siguientes datos: 90% de las personas sufren trastornos del sueño durante el duelo, 50% padecen seudo alucinaciones auditivas o visuales, 35% dicen tener algunos síntomas similares a los que condujeron al fallecido a su muerte, 10% de los parientes más cercanos y amigos íntimos enferman gravemente durante el primer año de duelo. Los suicidios y las muertes por accidentes son 14 veces más frecuentes entre los que han sufrido en el último año la pérdida de un ser querido que en la población general. Si bien la mejor herramienta para esta ayuda es el amor, cuánto mejor será nuestra presencia y acompañamiento si además de nuestros sentimientos y cuidados, fuéramos capaces de aportar la comprensión adicional que nos da tener algún conocimiento de lo que está sucediendo dentro de su pena y alguna herramienta para aliviar su dolor. Para poder acompañar saludablemente a un familiar o amigo que ha perdido algo o a alguien valioso es posible hacer muchas cosas, pero es necesario dejar de hacer algunas otras.

Transcribo aquí abajo una pequeña lista incompleta de algunas premisas importantes Tener en cuenta las actitudes que no ayudan.

-No le digas que lo comprendes si no pasaste por una situación similar.

-No intentes buscar una justificación a lo que ha ocurrido.

-No te empeñes en animarlo ni tranquilizarlo, posiblemente lo que más necesita el otro es que lo escuches.

-No le quites importancia a lo que ha sucedido hablándole de lo que todavía le queda.

-No intentes hacerle ver las ventajas de una nueva etapa en su vida. No es el momento.

-Evita las frases hechas. La incomodidad nos mueve a recurrir a expresiones que no ayudan para nada: «Tienes que olvidar.» «Fue mejor así…» Dejar que se desahogue. Sentir y expresar el dolor, la tristeza, la rabia o el miedo frente a la muerte de un ser querido es el mejor camino que existe para cerrar y curar la herida por la pérdida. Estás equivocado si piensas que dejarlo llorar no sirve más que para añadir dolor al dolor. Estás equivocado si crees que ayudar aalguien que sufre es distraerlo de su pesar. Es mediante la actualización y la expresión de los sentimientos que la persona en duelo se puede sentir aliviada y liberada. No temas nombrar y hablar de la persona fallecida por miedo a que se emocione. Si llora, no tienes que decir o hacer nada en especial, lo que más necesita en esos momentos es tu presencia, tu cercanía, tu compañía y tu afecto. Tampoco temas llorar o emocionarte con su llanto. No hay nada de malo en mostrar tu pena, en mostrar que a vos también te afecta lo que ha pasado, en mostrar que te duele ver a tu amigo o familiar en esa situación. Lo que más necesita el que está de duelo, por lo menos en estos momentos, es una oreja para poder hablar, un espacio para sentirse débil y un hombro para llorar. Esta es quizás la premisa más importante para recorrer el camino de las lágrimas con un ser querido: NUNCA interrumpas la expresión del dolor. Mucha gente corta intencionalmente las expresiones emocionales del otro con una supuesta intención de protegerlo de su sufrimiento pero ocultando (a veces sin siquiera saberlo) la verdadera intención: protegerse de sus propias emociones dolorosas. No se ven capaces de afrontar el diálogo, huyen de él por cobardía: hablan de sus males, hablan de frases hechas, y se van, incapaces de escuchar, de acompañar, de empatizar, y sobre todo del silencio, de dejarse abrazar por el amigo, le dejan con su soledad.

 

Lluciá Pou Sabaté

Ante nosotros tenemos el bien y el mal, y (…)

Domingo 16 febrero 2014, VI Domingo del Tiempo Ordinario (año A).

Ante nosotros tenemos el bien y el mal, y Jesús nos enseña a escoger lo bueno, no por cumplir, sino por amor.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado.

Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.

Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Mateo 5,17-37).

Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja”. Ante nosotros está escoger libremente (aunque al mismo tiempo hacemos el mal por ignorancia, y corresponde a Dios juzgar el grado de malicia en todo esto). Lo que está claro es que escoger el bien nos hace buenos, y así nos realizamos. E. Fromm nos recuerda que el hombre es el único ser de la creación que puede decir «si» al bien, a la vida y, en consecuencia, llevar una auténtica existencia humana: pero es también el único ser que puede decir «no» al bien y degradarse como los animales salvajes. A través de su libertad el hombre puede realizarse o degradarse. A veces podrá escoger entre dos bienes, pero otras veces deberá elegir entre el bien, que es vida, y el mal que es muerte. Y esta libertad no está exenta de responsabilidad.

Quizá a veces no vemos la ley como algo interno, como amor, energia esencial, Ley esencial. Teilhard de Chardin afirma: «El Amor es la más universal, la más formidable y la más misteriosa de todas las energías cósmicas… Cuanto más escudriño la pregunta fundamental sobre el porvenir de la tierra, más me doy cuenta que el principio generador de su unificación no hay que buscarlo solamente en la contemplación de una sola verdad, ni en el solo deseo provocado por una cosa, sino en la atracción común ejercida por un Alguien… ¡Amaos los unos a los otros! Esta palabra, pronunciada hace ya dos mil años, se descubre como la Ley estructural y esencial de lo que llamamos «progreso» y «evolución». Esta Ley del Amor entra en el dominio científico de las energías cósmicas y de las leyes necesarias».

Llucia Pou Sabaté