Annie Marquier, “El maestro del corazón”. Notas sobre el libro.
[En esta lectura recojo más o menos la mitad del libro, que se puede consultar entero en la bibliografía general. Aquí lo divido según las lecciones. Entre corchetes, algún comentario mío. Entre paréntesis, el número de la página del libro, para poderlo citar]
“Cuenta en el prólogo que después de la guerra, cuando un jardinero (prisionero alemán). Entonces sentí en mi corazón de niña que, a pesar de la violencia y de los horrores que habíamos vivido, estábamos todos unidos por un mismo corazón y que tal vez algún día estaríamos unidos por algo mucho más fuerte que lo que nos había separado…”
“El deseo de paz, felicidad y armonía en las relaciones está profundamente anclado en el ser humano. ¿Es posible alcanzar un bienestar tan deseado en nuestra vida personal y a nivel planetario? ¿Es factible un mundo nuevo en el que exista unidad y comprensión? … en la condición humana se está produciendo un cambio importante. Todas las observaciones coinciden. Ahora bien, ¿en qué sentido irá el cambio?”
“El cambio es de tal índole que no depende de las condiciones externas –al menos no esencialmente- sino del nivel de conciencia en el que nos encontremos los seres humanos, tanto individual como colectivamente… El secreto de un cambio tan decisivo está dentro de cada uno de nosotros, y también en nuestro interior se encuentra la fuerza y la energía necesarias para concretarlo en el mundo actual.
Tal vez durante mucho tiempo hemos creído que la búsqueda interior era patrimonio exclusivo de ciertos individuos interesados en una especie de “gimnasia del alma””.
• Tiempos de síntesis
“Nos encontramos ahora en el umbral de una gran revolución de la inteligencia y del conocimiento, que comienza a producirse gracias a la integración de los datos de la ciencia, la psicología y la espiritualidad.
PRIMERA PARTE. Antes y ahora
“Si las puertas de la percepción estuvieran libres de obstáculos, el hombre vería las cosas tal como son: infinitas…” (William Blake).
Capítulo 1. UNA METÁFORA
Dicha analogía compara al ser humano con un conjunto formado por un carruaje, un caballo que tira de él, un cochero que dirige el caballo y el amo y señor, sentado en el carruaje, detrás del cochero (10)
– El carruaje representa el cuerpo físico.
– El caballo, las emociones.
– El cochero, la mente.
– El señor, la esencia de lo que somos verdaderamente (cualquiera que sea el nombre que se le dé: conciencia superior, alma, Ser superior, Maestro interior, Guía, etc.).
– El conjunto físico, emocional y mental constituye lo que a menudo llamamos “personalidad o ego”. En esta obra utilizaremos los dos términos indistintamente.
– El cuerpo físico, el carruaje
Según esa analogía, el estado en que se encuentre el cuerpo físico –el carruaje- no sólo depende del mantenimiento que le procure un cochero inteligente, sino también de la forma en que sea llevado por el caballo. Así pues, dado que el estado del cuerpo físico se puede observar y evaluar con facilidad, nos dará preciosas indicaciones respecto al grado de dominio del cochero sobre el conjunto formado por el caballo y el carruaje.
– Las emociones, el caballo
En la palabra emoción está “moción”, o sea, movimiento. Las emociones son las que inician el movimiento, y lo hacen a través del fenómeno del de3seo. Si bien es cierto que hay diversos tipos de deseo (aquí distinguiremos dos grandes categorías) no es menos cierto que la palabra “emoción” conlleva en su esencia un vasto depósito de (11) energía accesible a todo el ser. Por eso, en esta analogía, el caballo representa las emociones: es él el que posee la energía necesaria para tirar del carruaje. Así pues, es un elemento básico en la realización del viaje.
– La mente, el cochero
La mente es la sede de los procesos del pensamiento. Podemos distinguir en ella dos aspectos del ser humano, ambos muy complejos. Gracias al desarrollo de su inteligencia, las funciones del cochero son en principio, las siguientes:
1. transmitir a su amo y señor las informaciones procedentes del exterior,
2. entender sus directrices en respuesta a las informaciones recibidas,
3. ser capaz de dominar el caballo y llevarlo en la dirección que el amo le haya indicado en su respuesta, y
4. cuidar con eficacia del carruaje.
Así pues, resulta fácil comprender hasta qué punto es importante el papel de la mente, no sólo porque es el vínculo entre el Ser superior y el ego sino porque, además, a través de ella el ego expresa en el mundo la voluntad del señor, el Maestro interior.
Subrayemos que esta analogía pone de relieve un elemento importante relativo a las emociones, y es que el comportamiento del caballo depende sobre todo del modo en que sea dirigido por el cochero. Eso significa que los diversos estados emocionales dependen en gran parte de los pensamientos y no de lo que ocurre en el exterior, como acostumbramos a creer.
– La esencia del ser, el alma, el señor
La filosofía materialista no acepta la esencia del ser humano, niega que exista. Pero todas las tradiciones y la propia experiencia de la vida nos recuerdan que, aunque es evidente que tenemos cuerpo físico, emociones y pensamientos, también es evidente que somos algo muy distinto. Los nombres que se atribuyen a esa parte esencial del ser son tan diversos como las culturas. La nuestra, la judeocristiana, la denomina “alma”. A lo largo del libro utilizaremos a veces esa palabra, que nos resulta familiar, pero no en el sentido religioso (que en su grado más elevado lo incluye), sino en el de “esencia”, como cuando se habla del “alma de las cosas”. Otras veces utilizaremos el término “Ser”, que es lo que somos en realidad.
En ese modelo se considera que el “Ser” o el alma, que iremos descubriendo poco a poco con mayor precisión, es el aspecto del ser humano portador de las más elevadas cualidades del corazón y del espíritu que puedan concebirse. Y aunque el concepto resulte ahora un tanto vago, veremos más adelante que el contacto consciente con la verdadera fuente de ese potencial puede llegar a convertirse en algo muy concreto.
A lo largo de esta obra podremos constatar que los recientes descubrimientos de la ciencia están empezando a revelar la posibilidad de que exista esa parte del ser humano–sutil, ¡pero cuán activa y potente!- , así como la pertinencia del modelo que hemos tomado como punto de partida (12)
– El funcionamiento ideal
Según dicho modelo, el funcionamiento ideal del ser humano sería el siguiente: el señor (el Ser), portador del conocimiento y de la sabiduría, transmitiría sus directrices al cochero (la mente) en forma de ideas que él/ella, despierta y abierta, transformaría en pensamientos inspirados, necesarios para la ejecución perfecta de la voluntad del dueño del vehículo. La voluntad del cochero y la del dueño serían una sola y única voluntad.
El contacto entre ambos sería tan directo y enriquecedlo que permitiría al cochero actual con la inteligencia y competencia necesarias para tener un dominio perfecto del caballo (las emociones). Además, dirigiría con armonía y eficacia el conjunto formado por el carruaje y el caballo (el ego), conduciéndolo por el camino designado por el señor –que es el único que lo conoce- sin extraviarse por sendas peligrosas o callejones sin salida.
El caballo, perfectamente dominado, actuaría con toda su fuerza (potencial emocional disponible por completo) y tiraría del carruaje con rapidez, armonía y eficacia (máximo potencial creador). Si a esto se añadiera una conducción inteligente, se conseguiría el buen estado del carruaje (buena salud y mucha energía física).
De esta forma, el conjunto formado por los sistemas mental, emocional y físico, es decir, el ego, podría expresar perfectamente en el mundo material la voluntad del alma, nuestra esencia. Y así manifestar de modo concreto las elevadas cualidades del corazón y del espíritu que el dueño del carruaje (el alma) porta en sí: inteligencia superior, sabiduría, compasión, inspiración, etc. se viviría entonces en un estado de plenitud, creatividad, fortaleza y amor que nada ni nadie podría alterar. Se estaría en condiciones de hacer frente a las dificultades y desafíos de la vida con sabiduría, inteligencia, serenidad y equilibrio. Y por lo que respecta al caballo (el sistema emocional consciente e inconsciente), permanecería abierto y sensible, pero sin dejarse perturbar por otros caballos o carruajes que, mejor o peor dirigidos por sus correspondientes cocheros, circularan por el mismo camino. Perfectamente guiado, podría continuar su ruta cualquiera que fuera el comportamiento de los demás y cualesquiera que fueran las circunstancias externas. Sin la barahúnda emocional habitual, nuestras relaciones serían dichosas y enriquecedores y, como es natural, se convertirían en ocasiones para celebrar el viaje de la vida. Podríamos disponer de toda nuestra energía para crear e irradiar plenamente nuestra luz en el mundo. Sería muy agradable poder alcanzar ese ideal…
El funcionamiento actual (13)
Es evidente que aún no hemos adquirido ese dominio. Hasta ahora, el conjunto formado por el carruaje y el caballo ha sido dirigido a lo largo del camino de la evolución por un cochero relativamente aislado del señor, pues apenas había desarrollado la capacidad de entrar en contacto con él. Y, claro, la forma de actuar de un cochero que no tiene conexión con el dueño del carruaje es forzosamente limitada, muy limitada, porque el único sistema de conocimiento que tiene a su disposición es automático y muy rudimentario. Sin la sabiduría y el discernimiento del Maestro interior no es capaz de llevar a cabo sus funciones de manera eficaz, armoniosa y creativa, ni de controlar correctamente el caballo, que más bien le domina a él casi siempre. El caos y las dificultades cotidianas que vivimos en la época actual, tanto a nivel personal como planetario, proceden del mencionado funcionamiento limitado.