Introducción a la historia de las religiones parte II: profundización en los textos y contextos de las religiones orientales y las tres religiones del libro

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Introducción a la historia de las religiones parte II: profundización en los textos y contextos de las religiones orientales y las tres religiones del libro

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Judaísmo (5): La elaboración de la Biblia (su génesis y formación)

La elaboración de los libros de la Biblia ha tenido una larga historia, cuya reconstrucción está llena de dificultades. No conocemos las fechas precisas de varios autores, destinatarios, composición, etc.

5 enero, 2024

Llucia Pou Sabate

Colaboraciones

la Biblia

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La elaboración de los libros de la Biblia ha tenido una larga historia, cuya reconstrucción está llena de dificultades. No conocemos las fechas precisas de varios autores, destinatarios, composición, etc. La tradición oral, pues, precede a la escritura y afecta a los mismos textos durante el período de su redacción. Podemos decir que la Torah es la “memoria de Israel puesta por escrito”.

Es el itinerario que va de la memoria al libro, el trasvase espontáneo de la palabra hablada a la escritura, asumiendo esta última la misma autoridad vinculante que la predicación oral. El texto escrito se convierte en el “tesoro” de una comunidad. La mayoría de los textos bíblicos, continuaron siendo leídos, profundizados y reconocidos como “del pueblo de Dios” surgido de la comunidad y dirigido a ella y conservado en la comunidad, especialmente en los ámbitos de la familia, los santuarios y más tarde, el Templo.

Cuenta Eliade Mircea que la tradición oral de la Torah es antiquísima, y que fue poniéndose por escrito poco a poco, con el paso del tiempo. Si históricamente podemos hablar de Abraham como comienzo del relato, luego se van transmitiendo los relatos anteriores, recogiendo los mitos de la creación, el diluvio, la torre de Babel… pero aunque estos relatos sean puestos por escrito en una época posterior, y sean escritos tardíos, el material es arcaico.

Se pueden apreciar varios materiales en la construcción de esas Escrituras: la tradición yahvista (sobre los siglos X-IX a.C.), la eloísta algo más reciente. Junto a esas dos fuentes denominadas según el modo de nombrar a Dios, están la sacerdotal que pone el acento en la regulación de la religión y papel de los sacerdotes, y más en concreto la deuteronómica, que en ese libro resume esa tradición sacerdotal. La composición final de estos libros debe situarse en torno al tiempo del exilio (587-538 a.C.). Esta composición ha recibido la influencia de la reforma religiosa del rey Josías basada en el libro del Deuteronomio (622 a. C.). Las ideas y el estilo deuteronomista han configurado notablemente los seis libros (de Js a 2Re), hasta el punto de que a menudo se habla de estos textos como de la «historia deuteronomista».

La tradición dice que el núcleo fundamental de estos libros se remonta hasta Moisés; de hecho, el propio Moisés habría redactado el texto de la ley que debía conservarse en el arca de la alianza (cfr. Deuteronomio 31, 9) como códice normativo del pueblo hebreo. No se conoce cuándo se inició la recopilación de estos escritos inspirados para formar esta colección de la que quedaban excluidos los demás libros de oráculos, no inspirados. Como fecha en la que ya estaba definitivamente completa se puede citar el año 180 a.C.; cerca de ese año el autor del Eclesiástico (Ecc 46,1-49,15) enumera una serie de personajes para hacer un elogio de los antepasados, y en su enumeración sigue exactamente el orden de esta colección.

Este conjunto de libros fue considerada como dotada de la misma dignidad y autoridad que la Ley; de hecho la fórmula «ley y profetas» se hizo muy habitual para designar las Escrituras.

K´tubim. Esta colección se inicia con la recogida de los Salmos, realizada posiblemente con fines litúrgicos.  Se sabe que el rey Ezequías, de Judá, hacia el año 700 a.C. dio orden de recopilar algunos proverbios de Salomón (cfr. Prov 25, 1), y también reglamentó el canto de salmos de David y Asaf en la liturgia (cfr. 2 Chr 29, 30).

A estas primeras colecciones se fueron añadiendo todas las demás obras sapienciales y didácticas.

Hacia el año 130 a.C. se nombra esta tercera categoría de escritos en el Prólogo del Eclesiástico – escrito por el nieto del autor, poniéndolos a la misma altura que la Ley y los Profetas.

No hay duda de que la colección estaba completa en el siglo II, porque entonces fue terminada la traducción de los LXX en Alejandría,  en la que figuran todos.

Las etapas de formación del corpus de la Torah es:

1) La etapa patriarcal, Génesis, ss. XX-XIX a.C., con los primeros primeros personajes históricos de la Biblia (aunque esté salpicado de mitos). Es una vida nómada, llena de dificultades, con la inconmovible esperanza en las promesas divinas de una tierra y una descendencia numerosa.

2) La etapa mosaica: En torno a los años 1250-1200 a.C. (Exodo, Levítico y Números). Los descendientes de Jacob-Israel, desde José hasta Moisés, con el que pasan de la esclavitud de Egipto a convertirse en el pueblo de Dios. En el Deuteronomio se narra el mensaje de que la historia del pueblo escogido -por la mediación de Moisés- es una liberación que apunta a una alianza. En el decálogo – código moral de este pacto – Yahwéh se presenta como quien libera y salva.

3) La etapa de la Monarquía: Después de 200 años de lucha por la ocupación e la tierra prometida (Josué y Jueces) sigue la larga experiencia de la Monarquía (1000 a 587 a.C.) Se fusionan las tribus en un único pueblo por la intervención del profeta Samuel en tiempos de David (Samuel 2, Reyes 2), la separación de las tribus del Norte (tradición “elohista”) y del Sur (tradición “yahwista”)  a la muerte de Salomón, la caída del reino de Samaria (722 a.C.) y del reino de Jerusalén (587 a.C.). Se destaca el mensaje de su fidelidad al monoteísmo, en el que se incluye el anuncio de las promesas mesiánicas de salvación. Acontecimientos y profecía se convertirán en libros, escritos, espiritualidad y culto. El libro del Deuteronomio se sitúa en la confluencia de tres grandes corrientes que inspiraron y construyeron el alma de Israel: la Tradición mosaica, el Profetismo y la Sabiduría.

4) Etapa del Exilio o cautividad babilónica: en el 587 a.C. cae Jerusalén en poder de los babilonios. Los cincuenta años del exilio van a ser la “época dorada” del libro escrito: seguramente se reescriben los distintos libros, y se redactan los libros de Ezequiel y el segundo Isaías. El pueblo en el exilio siente más vivamente que nunca la santidad de Dios. La fijación de la Toráh desempeña un papel protector y  sirve de vínculo comunitario entre los desterrados. Aparece la importante tradición sacerdotal con la sigla P. que contiene el “Levítico”, la mitad del “Éxodo” etc).

Durante el Período persa (538-333 a C.), va debilitándose el profetismo. Junto a la redacción definitiva del Pentateuco (Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio), se redactan las obras  de la literatura sapiencial: el libro de Jonás (nombre de un profeta de la época de Jeroboam II que ahora se “reacondiciona” con la historia mítica del cetáceo), la historia de Rut (en tiempos de los Jueces), el Cantar de los Cantares, Los Proverbios, El Eclesiastés, Job, y el relato de Tobías que se relaciona con los acontecimientos de finales del S. VIII a C.

5) Etapa del judaísmo: Se llama así porque sólo vuelven a Jerusalén y a la “tierra prometida” un resto de los descendientes de Judá (los que formaban el Reino del Sur) gracias al decreto liberador del rey persa Ciro. Viven sometidos a poderes extranjeros: primero a los “seléucidas” (dinastía griega de uno de los generales de Alejandro), y después a Roma, desde el año 63 a C. con la intervención de Pompeyo. A pesar de ello, el pueblo conserva su autonomía religiosa que se vertebra en torno a tres ejes:

a) la lectura en la sinagoga de la Toráh de Moisés y de los escritos proféticos,

b) los nuevos mensajes proféticos de Ageo, Zacarías, Joel, etc, y

c) las reflexiones de los maestros de “sabiduría” que buscan el sentido de la vida humana y el plan divino de la historia. En esta etapa distinguiremos tres períodos: persa, helenístico y macabeo.

Durante este tiempo destacamos:

– Período Helenístico (333-63). Se redactan los libros de las Crónicas, los de Esdrás y Nehemías, y se dan los últimos toques al libro de los Salmos.

– Período macabeo (hacia el 175 a.C.): Se escriben los dos libros de los Macabeos, nace la literatura apocalíptica: libro de Daniel. El libro de época más reciente es Sabiduría (S. I a C., no reconocido por los judíos).

La elección de los libros tuvo su comienzo con Moisés, a quien se considera el autor sustancial del Pentateuco (Toráh), y su redacción definitiva tiene lugar en tiempos de Esdras. Hay unos libros no reconocidos por los judíos, que sí están en el canon cristiano, que los llama deuterocanónicos y son: Tobías, Judit, Sabiduría, Baruc, Eclesiástico, 1 y 2 Macabeos, Daniel  y fragmentos de Ester (están en la traducción griega de los Setenta, que los inserta entre los protocanónicos).

A partir del S. I d C. los judíos de Jerusalén eliminaron algunos libros del canon. ¿Por qué?

Algunos los atribuyen a que después de Esdras no volvió a surgir un “profeta” que ratificase el carácter inspirado de los escritos más recientes, o quizás porque  después de la destrucción de Jerusalén y del Templo (70 d C.) y del fin del sacerdocio levítico, los fariseos tuvieron una hegemonía absoluta y excluyeron algunos libros del canon al no estar escritos en hebreo y sobre el suelo de Palestina, aunque los verdaderos motivos podrían bien ser la hostilidad de los fariseos a la dinastía de los Macabeos, considerada como usurpadora de los derechos de la dinastía davídica, y las controversias con los cristianos, rechazando la versión alejandrina que la Iglesia usaba. La decisión oficial vino en el Sínodo de Yamnia hacia el 95-100 d C. que sacó del canon judío siete libros sagrados. (Los Protestantes en el S. XVI, excluyeron también estos libros de su canon, a los que denominaron “apócrifos”).

Los escritos del Mar Muerto

Los descubrimientos arqueológicos muestran la existencia de escritos bíblicos anteriores al S. X y hasta quizá el S. XII. a. C. Esa literatura está constituida por el Pentateuco (Genesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio); los Históricos (Josué, Jueces, Rut, 1 & 2 Samuel, 1 & 2 Reyes), y por muchos documentos y libros anteriores, contemporáneos y posteriores a estos. Es de destacar que no se conservan textos muy antiguos; pero sí se conservan de un modo muy superior a otras fuentes literarias, por ejemplo las primeras copias de los textos de Platón, el pensador antiguo más venerado y del que tenemos más textos, son más de 1200 años posteriores a él (con las manipulaciones que pudieran haber hecho).

Así, es importante para ver la no manipulación (identidad) de los escritos bíblicos actuales con los antiguos, el descubrimiento de los manuscritos de Qumram en 1947 en el Wadi Qumrán, junto al Mar Muerto: aparecieron en diversas cuevas, once en total, unas jarras de barro que contenían un buen número de documentos escritos en hebreo, arameo y griego.

Los Manuscritos del Mar Muerto son una colección de textos judíos antiguos que datan de alrededor del siglo III a.C. hasta el siglo I d.C. Incluyen copias de muchos libros del Antiguo Testamento (Tanaj o Biblia hebrea) y otros escritos judíos. Estos manuscritos son importantes porque proporcionan información valiosa sobre la vida y las creencias de una comunidad judía en la antigüedad. Se supone que dejaron de escribirse el año 70 d.C., en que tuvo lugar la destrucción de Jerusalén y que fue cuando se escondieron hasta que un pastor los encontró por casualidad en unas cuevas.

Se han recompuesto unos 800 escritos de entre varios miles de fragmentos, puesto que son muy pocos los documentos que han llegado completos. Hay fragmentos de todos los libros del Antiguo Testamento, excepto de Ester, de muchos libros judíos no canónicos ya conocidos e incluso de otros hasta entonces desconocidos, y han aparecido un buen número de escritos propios del grupo sectario de esenios que se habían retirado al desierto.

Los documentos más importantes sin duda son los textos de la Biblia.

Hasta el descubrimiento de los textos de Qumrán, los manuscritos en hebreo más antiguos que poseíamos eran de los siglos IX-X d.C. por lo que cabía sospechar que en ellos se habrían mutilado, añadido o modificado palabras o frases incómodas de los originales. (El texto griego se compuso en Alejandría, y de ese sí hay testimonios antiguos: es más célebre de las versiones griegas, llamada de los “Setenta” porque se habla de 70 sabios que la hicieron en Egipto en los S. III-II a C., cuando los judíos de Alejandría, conociendo mal el hebreo, necesitaban una traducción). Con los nuevos descubrimientos se ha comprobado que los textos encontrados coinciden con los medievales, aunque son casi mil años anteriores, y que las pocas variantes que presentan coinciden en gran parte con algunas ya atestiguadas por la versión griega llamada de los Setenta o por el Pentateuco samaritano. Otros muchos documentos han contribuido a demostrar que había un modo de interpretar la Escritura (y las normas legales) diferente al habitual entre saduceos o fariseos7. En resumen, no ha habido manipulación en los textos bíblicos.

Redacción de las Escrituras

Los libros de fueron escritos en tres lenguas: la mayor parte en hebreo, algo en arameo y dos de ellos en griego (Sabiduría y el 2º de los Macabeos. El 1º de los Macabeos originalmente en hebreo, nos ha llegado en versión griega). Los libros más antiguos se escribieron en hebreo con caracteres fenicios. Después del exilio de Babilonia (S. VI a C.) se empezó a utilizar la escritura llamada “cuadrada” propia de los arameos que deriva de los fenicios. En esos caracteres se encuentra escrita la Torah hebrea.

En cuanto al método para escribir, los primeros vestigios de la Biblia vienen del sur de Babilonia, por obra de los sumerios que son considerados los inventores de la escritura (hacia el 3500 a C.).

El material para escribir era muy variado. Los asiro-babilonios empleaban tabletas de arcilla fresca en las que imprimían signos con un punzón de madera o metal, dejando una impronta en forma de cuña (de ahí el nombre de “cuneiforme”) y que ponían luego a secar al sol o al fuego para que se endureciera. Los egipcios, en torno al 3000 a C. disponían de un material más barato y práctico, constituido por las fibras del “papiro” -planta muy abundante- aplastadas y trabadas con una especie de engrudo (éste es el origen de nuestro “papel”). El papiro fue importado de Egipto a Palestina, convirtiéndose en material ordinario de escritura para el antiguo Israel.

Tiempo después (S.II a C.) los hebreos conocerán -a través de los persas- el “pergamino”, material más consistente y más caro de piel curtida o pulida (en el 100 a.C. se perfeccionó este material en la ciudad de Pérgamo). Primitivamente, las hojas de papiro o de pergamino se unían a otras en rollos (la liturgia judía ha permanecido fiel a este uso). La costumbre era de coser las hojas por grupos de cuatro hojas (“quaternion” de la que procede “cuaderno”) y después se agrupaban en un volumen (se hace así a partir del s. II a.C). Para escribir sobre el papiro se usaba el tallo de la misma planta; en los pergaminos se empleaba el cálamo, tallo de junco afilado.

Si los libros de la Biblia nos han llegado en estos soportes materiales tan deleznables, no es de extrañar que se hayan perdido los originales.

Hasta el S.XV con la invención de la imprenta, la transmisión de un texto antiguo se hacía por sucesivas copias, con los lógicos peligros. Las posibilidades de transmitir un texto antiguo con exactitud, disminuyen proporcionalmente al tiempo transcurrido (la distancia entre la redacción y el primer manuscrito conocido de cualquier texto antiguo, es enorme: 1400 años para las tragedias de Sófocles, Esquilo, Aristófanes y Tucídides; 1600 para Eurípides, 1300 para Platón como hemos dicho, y 1200 para Demóstenes.

Los textos bíblicos no son una excepción, no poseemos ningún autógrafo bíblico, los conocemos por sus transcripciones, de las que conservamos miles de manuscritos. Hasta los descubrimientos del siglo XX, los manuscritos hebreos más antiguos eran del S. X d. C. En 1896 se descubren en el Cairo 200.000 fragmentos de los S. VI-VII d. C., en los que destaca un texto manuscrito en hebreo del Eclesiástico. Entre 1947-56 con el descubrimiento de los manuscritos bíblicos en las cuevas de Qumrán, se abre un nuevo capítulo en la historia del texto hebreo, como hemos dicho.

Géneros literarios

Los libros se agrupan para los judíos en tres secciones: Torah o Pentateuco, Profetas y Escritos. Pero en todos ellos los géneros literarios son muy variados: además del histórico, tenemos el de los relatos «didácticos» o «doctrinales» con apariencias históricas, entre los que se destacan los libros de Tobías, Judit y Ester, que pueden considerarse una especie de «novelas históricas», cuya finalidad era levantar el ánimo de Israel en los momentos de desaliento y cuando el pueblo estaba más expuesto a dejarse arrastrar por el paganismo circundante.

Otro caso de relato «doctrinal» es el 2º libro de los Macabeos con la diferencia de que su autor no lo compuso sobre la base de alusiones bíblicas como las anteriores, sino de extractos de una obra histórica que se perdió (son deuterocanónicos, no admitidos por la versión oficial judía).

A estos géneros, hay que agregar el de los «oráculos proféticos» -iniciados casi siempre con la expresión: «Así habla el Señor»- que no sólo se encuentran en las «colecciones proféticas sino también en otros Libros, incluidos los Salmos.

Otros géneros literarios de la Biblia son el «proverbial» (Proverbios), el de los «poemas didácticos» (Sabiduría), el de los «diálogos sapienciales» (Job), el de las «súplicas individuales o colectivas» (Salmos), el de los «Himnos» Salmos.

También encontramos el género «apocalíptico», muy extendido entre los judíos desde el siglo II a.C. hasta el II d.C. Se caracteriza por sus «revelaciones», sobre todo acerca del porvenir, y en él abundan las visiones simbólicas, las alegorías enigmáticas, las imágenes sorprendentes y las especulaciones numéricas. Su aparición se explica por las duras condiciones de vida del Judaísmo tardío, que despertaron un gran anhelo de tiempos mejores y de liberación nacional. El prototipo de este género literario en el Antiguo Testamento es el libro de Daniel (en el Nuevo Testamento lo es el célebre Apocalipsis).

En un mismo Libro se mezclan a veces diversos géneros literarios, y tengamos en cuenta que un mismo hecho puede ser narrado con diversos géneros literarios. Un ejemplo de esto es lo que sucede con el «Oráculo profético» de 2 Samuel 7,4-17, que está en el origen de la esperanza mesiánica de Israel y tiene un hermoso paralelo poético en Salmo 89,20-38.

Judaísmo (4): Lo esencial de la religión judía

Pero los judíos aún esperan al Mesías, no admiten a Jesús. En todo caso, Jesús fue un judío y de esa religión judía se ha injertado su doctrina, por eso es esencial para los cristianos, como también para los musulmanes

27 diciembre, 2023

Llucia Pou Sabate

Colaboraciones

Yahweh

Los dogmas judíos son peculiares, no provienen de su dependencia con la religión de pueblos colindantes, y son: la trascendencia de Dios, la actividad divina en la creación, la providencia divina por su pueblo y las personas hijos suyos, el juicio al final de la vida por las obras de cada uno, la libertad humana, la elección de Israel como pueblo suyo, la venida escatológica del Mesías, la resurrección de los muertos y el mundo futuro.

Yahweh es el nombre del Dios judío: es etimológicamente luz, cielo, divinidad celeste, luminosa. El viento y la brisa y la luz son reflejo de su gloria, su vestido. Las teofanías van acompañadas de fuego o relámpagos en otras ocasiones. Es una divinidad masculina, pues en hebreo no existe la palabra “diosa” a diferencia de los pueblos colindantes que sí tienen diosas. Además, parece un dios en soledad, pues a diferencia de los demás dioses de pueblos circundantes, que tienen esposas y familia, Yahweh es único; que además no tiene otros dioses con que relacionarse, y no tiene forma humana, es un dios espíritu, que al no ser corporal tampoco tiene sexo.

Y la tradición sacerdotal, de mediadores, corresponde a hombres: aunque haya profetisas como Débora, Judith y varias reinas, ninguna tiene papel de sacerdocio (por ejemplo, no lo será la hermana de Moisés y Aarón).

En la tradición judía, Dios es Padre, y trascendente a la vez (lejano). Su justicia prevalece normalmente sobre su misericordia (aunque hay escritos como salmos y algunos profetas en los que prevalece la misericordia).

No tiene el judaísmo la visión rígida que encontramos en otras religiones celestes.

La paternidad divina es formulada con expresiones de amor y ternura. Es una paternidad hacia el pueblo en conjunto, pero también hacia las personas, que “se glorían de tener a Dios por Padre” (Sabiduría 2,16-18, aunque este libro escrito en Alejandría sobre el 50 a.C. no es aceptado por la línea oficial desde que los fariseos a finales del s. I d.C. establecen un canon eliminando ciertas Escrituras griegas, pensando que no tienen original hebreo).

Dios es trascendente. El episodio de la zarza ardiente en la presencia de Dios es claro, es un dios lleno de poder, y mirar a Dios cara a cara es morir. Es lo “tremendo” del yahvismo, el resonar de los truenos del Sinaí, los rayos y los cuernos de Moisés como signo de la potencia divina y del intermediario ante Dios. Así por ejemplo leemos del pueblo, ante la teofanía: “Y atemorizados, llenos de pavor, se estaban lejos” (Ex 20,18).  Las manifestaciones divinas, epifanías de Yahweh, provocan una reacción del vidente: taparse los ojos para evitar la muerte, y por parte divina unas palabras de aliento de Yahweh con la promesa de la asistencia (alianza). El temor ante la majestad divina perdura, aunque se mitigue el aspecto de “tremendo”. Por eso no pronuncian el nombre de YHWH (con las vocales, de época posterior: Yahweh) y se sustituye por Adonay, Kyrios en la versión griega (Señor).

El antropomorfismo de Yahweh es una nota clara, pues, aunque no tiene esposa ni hijos, se le atribuyen acciones humanas: oler, tener boca o pies, labios o brazos, lengua y ojos, rostro y espalda; al igual que sentimientos como la ira o compasión, arrepentimiento… pero al no tener forma humana, se prohíbe construir imágenes suyas, al ser espíritu no quieren que se confundan con ídolos de pueblos de alrededor.

El yahwismo, religión étnico-política

Se trata de una religión que no sólo es espiritual, sino que también reglamenta la vida civil, el modo de vivir la cultura, hasta el punto de que su literatura es fundamentalmente religiosa y en torno a sus Escrituras. Si esta mezcla pasó al cristianismo durante un tiempo en cuanto a unión entre las realidades eclesiásticas y civiles, poco a poco se fue dilucidando una secularidad y distinción de los dos órdenes (el religioso y el civil), pero en eso los musulmanes en general lo siguen siguiendo, la forma cultural y social que determina la religiosidad.

Es una religión profética, donde Dios que usa mediadores, a partir de Abrahan (XIX-XVIII a.C.), y señalará la circuncisión como señal de pertenencia al pueblo. Jacob sería padre de las 12 tribus de Israel (su nuevo nombre: Ex 32,29), y señala en sucesivas alianzas “Yo soy el Dios de vuestros padres”, “el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob”.  Alianza promulgada de modo solemne en el Sinaí con las dos tablas de la ley, y aunque el pueblo sea infiel en muchas ocasiones, se renueva siempre la alianza por medio de los distintos profetas, con el mensaje claro de que su don no se revoca: “yo seré vuestro Dios y vosotros mi pueblo”.

En esos tiempos, como hemos dicho lo civil y religioso van unidos, primero bajo la autoridad de los Jueces, luego con los Reyes, pero siempre con un profeta al lado o cerca del pueblo. Se va formando también la idea de un Mesías salvador, profetizado como hijo de mujer, nacido en Belén, varón de dolores, justo paciente por todos… pero se ve enseguida no como algo meramente espiritual sino con un carácter político, como liberador y caudillo, que en la época de las dominaciones griega y luego romana será el que libra de toda dominación extranjera.

Es también una religión de salvación, no para unos pocos sino para todo el pueblo, salvación comunitaria, y no individual (como erróneamente se interpretó en algunos casos, pienso por ejemplo entre muchos cristianos en una espiritualidad más individualista donde se juzga solamente al alma cuando se pesan las obras buenas y malas). Como hasta los tiempos próximos a la llegada de Jesús (siglos III-II a.C.) no tienen aún una fe en la resurrección personal, no miran una subsistencia sombría en el sheol tras la muerte (aunque ya en tiempos de Jesús tienen idea de un purgatorio, véase la parábola de Lázaro y Epulón).

Pragmatismo religioso. Es pensar en lo que funciona, los efectos prácticos. Por eso la diáspora supuso un golpe fuerte para su religiosidad, como también los fracasos bélicos o la deportación a Babilonia. La providencia divina está asociada a una cierta moral del éxito: “Tuvimos abundancia de pan, estuvimos alegres y no vimos mal alguno” (Jeremías 44:17), pero Jeremías quería llevarlos a una visión más alta, que no dependa de esos éxitos terrenales (Jeremías 44:18).

De la alianza surgen unos derechos y unas obligaciones: Dios pedía obediencia a su ley, y ofrecía su bendición fructífera en el pueblo. El Arca de la Alianza contenía sobre todo las dos piedras de la ley, que señala la presencia del Altísimo a través de esos recuerdos, y para albergarla se construyó el Templo de Jerusalén en tiempos de Salomón: ese templo es garantía de prosperidad material y espiritual (a partir de la revelación de la resurrección, será sobre todo escatológica), y el pueblo tiene que responder con fidelidad ante un Señor celoso, que no admite otras divinidades.

Hubo catástrofes, deportaciones, invasiones, y un continuo resurgir con consciencia de lucha pues si se conserva la fidelidad habrá éxito. Es la moral del éxito que pasó luego a protestantes que señalan como signo de predestinación el éxito; y también pasó a Norteamérica con la idea del “hombre que se hace a sí mismo”. Hay detrás de los relatos una teología de la historia. A mi entender, que aún no se había revelado la resurrección de las personas en su alma individual, tenían una vaga noción de permanecer en el seno de Abaham, pero sin esa certeza en que más allá de esta vida habrá otra mejor para siemprey por eso se acogen al éxito de la vida terrenay del pueblo de Israel. Cuando Jesús lleva a la plenitud esa fe en la resurrección (que ya tenían los fariseos, pero no así los saduceos) el pragmatismo se difumina en un reino que no es de este mundo, y el mesianismo toma otro cariz.

Notas del yahwismo

 Monoteísmo. Al igual que en sitios de África y Australia, venera un dios único, pero lo raro es que está rodeado de pueblos politeístas: moabitas, amonitas, cananeos, mesopotámicos, egipcios, hititas… aunque esto que dicen los libros no sería totalmente cierto si hubiera coincidencia con Zaratustra, también conocido como Zoroastro, profeta y filósofo persa que vivió en algún momento entre el siglo XVII y el siglo VI a.C. (Si es cercano a Abrahan, podría establecerse una relación entre los dos. Si es posterior, puede tener influencia del judaísmo en él…).

Zoroastrismo

Se le atribuye a Zaratustra la fundación del zoroastrismo, una antigua religión que tiene características distintivas, incluido un fuerte énfasis en el monoteísmo. En el zoroastrismo, el dios supremo es Ahura Mazda, considerado el creador del universo, el ser supremo y la fuente de todo bien. Zaratustra predicó la adoración exclusiva a Ahura Mazda (dios supremo, considerado como el ser benevolente y sabio que gobierna sobre el universo) y rechazó la adoración de múltiples dioses, marcando así una ruptura con las prácticas religiosas politeístas que eran comunes en la región en esa época.

Los conceptos clave en el zoroastrismo incluyen también Angra Mainyu (Ahrimán), fuerza del mal en el zoroastrismo, que, aunque no es un dios opuesto a Ahura Mazda en el mismo sentido que en algunas religiones dualistas, representa la fuerza destructiva y el caos (en el libro de Job vemos cierta similitud). Hay un dualismo ético, pues, aunque Ahura Mazda es supremo, el zoroastrismo presenta un dualismo ético entre el bien y el mal. La humanidad se ve atrapada en la lucha entre estas dos fuerzas, y se insta a las personas a elegir el bien sobre el mal.

El Juicio final y la resurrección están también presentes, como entre los judíos: creencia en un juicio final donde las almas son juzgadas por sus acciones en la vida y son recompensadas o castigadas en consecuencia. El zoroastrismo tuvo una influencia significativa en las religiones posteriores, y algunas de sus ideas se reflejan en el judaísmo, el cristianismo e, indirectamente, en el islam. A lo largo del tiempo, el zoroastrismo ha disminuido en número de seguidores y actualmente es practicado por comunidades relativamente pequeñas, principalmente en Irán e India.

En esa tierra de Caldea fue donde nace Abrahan, que emigró desde Ur, ciudad donde eran idólatras, y él por revelación divina fue monoteísta, en un ambiente politeísta son las dos religiones monoteístas.

En Moisés, esta fe se concreta con la manifestación de Dios “el que es” (en forma verbal que significa también “el que será”): “Yahweh es el Dios verdadero y no hay otro Dios fuera de él” (Deuteronomio 4,35). “La creencia israelita en un solo Dios, personal, trascendente, ético, providente, justo y misericordioso es uno de los grandes interrogantes de la historiografía religiosa de la humanidad”1, de ahí que se defiende su revelación divina.

Naturaleza ética y moral de Yahweh 

En muchas religiones de alrededor de los judíos, no hay una divinidad que sirva de referente ética a la humanidad; así, en el panteón griego, el politeísmo tiene mucha inmoralidad, sus divinidades parece que no tienen más prerrogativas sobrehumanas que la inmortalidad y su poder. Platón criticó esa visión de las divinidades, nefastas para una educación de la juventud, y por eso prohibía en este sentido a Homero y los poetas que mostraban esos dioses tan maleducados.

Cierto que la profecía en Israel puede relacionarse como las mediaciones que aparecen en otras religiones, y así el dios Apolo es administrador de la ley de Zeus entre la humanidad, pero no hay mucha similitud entre las dos (basta ver la Odisea o cualquier otra literatura de la época). Pues en esas religiones, al igual que las divinidades telúricas, las orgías sexuales iban de la mano de actos de culto: fiestas dionisiacas, báquicas, de los Baales cananeos… aquí en cambio vemos a un Dios santo: Yahweh es puro, moralmente bueno, sin pecado, y esa santidad pasa a su pueblo: “sed santos, porque yo, Yahweh, soy santo” (Lev 19,2).

En Oriente se atribuye a la divinidad la legislación, y esto es parecido a la tradición de Israel. Hammurabi dice que recibe de Dios su código, como hiciera Moisés; esto pasó a Grecia también, donde Zeus el legislador y Apolo el mediador que condiciona esas leyes, de ahí que el emperador romano, siguiendo esa idea del mediador, quisiera tener títulos divinos haciéndose mediador entre el cielo y la tierra y tomando rango de dios.

La Revelación

Abrahan (XIX-XVIII a.C.) recibe una revelación, la palabra de Dios, y también otros patriarcas como Jacob, y Moisés (XIII a.C.) y otros profetas. Aquí no se trata de una emanación de tipo hinduista panteísta, ni resultado de una experiencia chamanística como Mahoma y sus viajes en espíritu a Jerusalén y más allá (con la visión del libro sagrado colocado en el cielo junto al trono de Alah), ni es fruto de una experiencia interior o concentración religiosa (como Buda, Jina, o Mani), sino una vivencia de relación con Alguien, Moisés se encuentra con “El que es”.

Se trata de una experiencia religiosa personal, con una fuerza que no la vemos ni en Egipto o Mesopotamia; sí lo encontramos más tarde, en Buda, Jina o Zarathrusta (aunque dudemos de la fecha de este último que podría ser anterior), todos ellos en torno al s. VI a.C., curiosamente en un mismo tiempo se reúnen o aparecen, cada uno en su ambiente, varios de los principales fundadores de experiencias religiosas.

Es curioso que los escritores bíblicos (hagiógrafos) no entendían el sentido completo de los libros bíblicos, sólo con el tiempo se ven otros aspectos a ellos ocultos.

Contexto histórico y cultural

En historia, como en la comida, podemos decir que cada plato hay que comerlo “con su salsa”, en el sentido de que el ambiente de la época determina el modo de concebir no sólo la religiosidad sino los modos culturales de expresarla. Con frecuencia se habla en aquel entonces del dios terrible de la Torah, pero es que como tantas otras cosas hemos de verlas dentro del contexto histórico-teológico en el cual nació, y tener en cuenta ese ambiente histórico sociocultural, sin el cual no se entienden muchas cosas.

Por ejemplo, si leemos Génesis 1 veremos que se habla de dominar la tierra, y todo está muy ordenado hacia ese dominio del hombre sobre lo creado. Es un texto de la época de zigurats, de los arquitectos, de organización de la sociedad, hay un esquema en que Dios construye la creación como si fuera un pastel, y se da al hombre –la guinda del pastel-, ese “dominio” sobre la tierra: eso marca el progreso. Pero si vemos solo eso parece un permiso a que seamos depredadores de la tierra. En el capítulo 2, más antiguo, en el contexto de una sociedad de alfareros, vemos que Dios hace del barro al hombre, va improvisando sin un plan preestablecido, arreglando las cosas cuando estas suceden: forma al hombre del fango, y cuando el hombre se siente solo le da de su costilla (androgenismo curioso e interesante) a la mujer.

Ya sabemos que toda visión antropomórfica de Dios es incompleta, pero en su condescendencia Yahweh se va revelando al paso de los hombres, según su modo de hablar y de entender las cosas… Así, en Génesis 2 (más antiguo) la visión de Dios más ecológica, que va al paso del hombre y le anima a cuidar la creación. En una interpretación, podemos ver el complemento del progreso, el sentido de la providencia, de cuidar la tierra como Dios nos cuida a nosotros.

Detrás de los relatos, están unas verdades religiosas, como la creación divina en el tiempo, o que las cosas y sobre todo los animales cobran un sentido cuando se les da un nombre, y que la persona humana está hecha a imagen de Dios.

El yahvismo israelita, prehistoria del cristianismo2

Todo ello no pertenece solamente al legado judaico sino también cristiano, como vemos en estas palabras de Jesús: “No penséis que he venido a derogar la ley y los profetas; no he venido a derogarlos, sino a llevarlos a su plenitud” (Mateo 5,17). Es como si el cuadro del Antiguo Testamento requiriera el pincel de un maestro para completarlo. Pero los judíos aún esperan al Mesías, no admiten a Jesús. En todo caso, Jesús fue un judío y de esa religión judía se ha injertado su doctrina, por eso es esencial para los cristianos, como también para los musulmanes.

Religión judía 3: Israel y Palestina, pelea entre dos pueblos hermanos que no saben que lo son

Falta en esta guerra una ética del respeto a la dignidad de todas las personas, y la sabiduría de saber esperar el momento oportuno para cada cosa

18 diciembre, 2023

Llucia Pou Sabate

Colaboraciones

Israel Palestina

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El Templo, centro del pueblo de Israel

En una de las estaciones del Via crucis, recuerdo las palabras que se referían a los judíos: “y el Templo, que era su orgullo, fue reducido a pavesas”[1]. Jesús habla de la destrucción del Templo de Jerusalén, y de que nacería la piedad con Dios Padre donde el templo sería nuestro corazón. Por eso, no dependemos de unos templos de piedra los cristianos, pero sí entre los judíos tiene mucha importancia la figura del Templo de Jerusalén. En Israel, a lo largo de la historia, ha habido el llamado Primer Templo (Templo de Salomón) y el Segundo Templo (terminado en tiempos de Herodes). Pero cada uno de ellos fue destruido, principalmente:

Destrucción del Templo de Salomón (587 a.C.): bajo el reinado de Nabucodonosor II en la conquista de Jerusalén, fue el fin del Reino de Judá y el exilio babilónico de parte de la población judía.

Segundo Templo: fue destruido (70 d.C.) por parte de los romanos (con el general Tito durante la Primera Guerra Judeo-Romana), con la toma de Jerusalén; hubo un intento de reconstrucción (siglo II), pero sin éxito.

Desde entonces, no ha habido más reconstrucciones, y el Monte del Templo sigue siendo un lugar sagrado y de gran importancia espiritual para judíos, cristianos y musulmanes. De ahí que conviene que la ciudad de Jerusalén esté abierta a esas tres culturas, que forman parte de dos etnias principales: judíos y árabes. Y también para la paz conviene que se trabaje para que haya dos Estados bien marcados en Tierra santa: Israel y Palestina, pues toda guerra es una derrota. En las guerras, todos pierden, como decía Gandhi siguiendo la imagen del Evangelio: “ojo por ojo y todos acabaremos tuertos”.

La conquista actual de Palestina por parte de Israel

Se ha dicho bien que “Hamás ha abierto las puertas del infierno para Gaza”, como estamos viendo este final de año 2023. Los servicios de inteligencia de Israel dicen no haber considerado adecuadamente la amenaza de lo que fue el atentado terrorista. Los de Hamás querían que Occidente viera las imágenes de los niños inocentes muertos por el ataque, y quizá a Israel le convenía poder atacar para controlar más territorio.

Falta en esta guerra una ética del respeto a la dignidad de todas las personas, y la sabiduría de saber esperar el momento oportuno para cada cosa. El principio de proporcionalidad en la respuesta a agresiones es fundamental.

El pueblo de Israel ha sufrido mucho, y es resistente. El pueblo de Gaza está dominado por Hamás, que tiene odio a los judíos y es tenaz en su lucha.

Hace poco hemos leído la profecía del libro de Daniel con la imagen de la estatua del gigante derruida, que podría aplicarse a la situación actual: no tener los pies de barro. Podemos preguntarnos: ¿en qué está apoyado el Estado de Israel? No puede tener como base una situación inestable de conflicto continuo con los pueblos colindantes, una defensa continua con el apoyo de los lobbies judíos de EEUU y otros países.

Palestina se convirtió en un avispero hasta la llegada del sionismo, hasta entonces convivían allí las personas de distintas religiones, árabes y judías. Sin duda, Israel tiene derecho a una tierra, pero no a hacerse odiosos con la injusticia que cometen en la opresión, los asentamientos, el desahucio continuado en sitios como en Jerusalén de árabes (tanto musulmanes como cristianos). Esos métodos no son éticos ni productivos, es pan para hoy y hambre para  mañana, porque el oprimido siempre levanta la cabeza.

Israel tiene muchas opiniones religiosas que lleva a tendencias políticas diversas, que se pueden agrupar en tres:

Los ultra religiosos (Haredim, un 12% de la población judía, pero van creciendo en porcentaje porque tienen más hijos) liberales (Seculares, se adecúan al contexto actual, son sobre el 43% de la población), y sionistas que van más en busca de la educación y progreso muchas veces sin religiosidad y que ahora están empeñados en cimentar el Estado de Israel.

De alguna forma, tanto cristianos como judíos y musulmanes somos hijos de Abraham, y la Torah desde el primer capítulo del Génesis habla de cómo Dios crea la persona humana a imagen suya. Todos somos hermanos, y el fratricidio es contrario a la Palabra de Yahvé.

Si las pretensiones legítimas de Israel son seguridad y reconocimiento a existir como Estado, y los palestinos a su vez el levantamiento del asedio israelí en sus territorios, eso no puede conducir a métodos sangrientos sino a una mediación internacional a la que ambos pueblos se avengan. La ética es el mejor modo de permanencia de una cultura, de un pueblo.

En la citada profecía de Daniel, interpreta el joven judío el sueño del rey, con tres palabras cuyo significado eran: «Dios ha contado tus días», «no has dado el peso en su balanza» y «tu reino se ha dividido». Sin duda, hay una intervención divina que a veces constatamos (a los 9 años del poder de Hitler, o el medio siglo de comunismo dictatorial en la URSS), y el peso en la balanza sin duda es el amor, que si reina hay permanencia en las culturas, y en caso contrario división.

Desde su origen, el pueblo de Israel ha sufrido el éxodo, la diáspora (las invasiones que sufrieron, como las de Roma y el Islam, les echaron de su territorio[2]) y ha desarrollado un instinto de supervivencia muy grande. El pueblo de Israel ha tenido un territorio, aunque estuviera ocupado por distintos pueblos: los griegos, en tiempos de Jesús por los romanos, en la división del imperio siguió formando parte de Bizancio, luego los califatos, las cruzadas, el imperio turco…

El movimiento sionista de finales del siglo XIX hizo que hubiera más presencia de hebreos, que compraron tierras en la zona. Cuando se crea el nuevo estado de Israel, este conflicto no ha cesado[3]: los atentados terroristas árabes y las guerras se han sucedido desde entonces[4]. La Franja de Gaza —de 41 kilómetros de largo por 7 de ancho, con dos millones de habitantes—, alberga ese avispero actual[5].

Un conflicto donde las partes no se avienen necesita la mediación diplomática internacional, para favorecer un diálogo[6] y conseguir la liberación de los rehenes que Hamás tiene secuestrados, que no haya una guerra sucia, etc. Más, cuando el conflicto no es solamente local, sino que tiene aliados internacionales por ambos bandos[7]. Está claro que la guerra es el peor de los escenarios, que puede provocar escaladas de violencia. Por otro lado, no puede asediarse al pueblo de Gaza dejándolo sin agua y productos básicos para la existencia.

La conquista de Palestina por Israel, en la antigüedad

Canaán es la denominación antigua de la región y civilización de Asia Occidental donde están ahora Israel, Palestina, y sirio-fenicia (algo de Jordania, de Siria y del Líbano), parte de lo que se conocía como el Creciente fértil, a lo largo del rio Jordán. Se llamó así desde el año 3000 a.C. hasta la dominación romana que le cambiaron el nombre por Palestina. Eran cananeos los fenicios e importantes ciudades que fundaron en el Mediterráneo occidental, como el caso de Cartago: había muchos comerciantes, y por eso «cananeo» significará ‘mercader’ (Proverbios, 31,24; Job 41,6).

Desde las fases neolíticas más tempranas, esta civilización ha perdurado durante milenios con ciudades como Jericó, Ugarit, Jerusalén, Tiro, Sidón, Biblos, Damasco o Gaza. Ha sido habitada por pueblos muy diversos: amorreos, jebuseos, hicsos, filisteos, fenicios, arameos o hebreos, quienes conquistaron a varios de esos pueblos y tomaron posesión de la región. A partir de la investigación de restos humanos, Tyler-Smith estableció que hace unos 4000 años los cananeos poblaron el actual Líbano, y que fueron los creadores de uno de los primeros alfabetos que se conocen[8].

Los primeros semitas invadieron la región (3000 a. C.) y organizaron su política, urbanismo, ejército, etc., desde Canaán a la zona montañosa de Judea, al parecer entraron desde el este[9]. Hay agricultura cercana a las ciudades, tanto en regadíos (como Jericó), o secano (como ‘Ay). Su enclave en el Mediterráneo, y por ser territorio de paso entre egipcios, asirios, babilonios, hititas… propició que naciera una fuente de riqueza especial: el comercio[10].

Los amorreos llegan cerca del final del tercer milenio, eran gentes de vida nómada, y destruyen las ciudades de la zona montañosa, y quizá no destruyeran las del llano, como Biblos. ​También hubo ataques desde Egipto[11].

Los hicsos (siglos XVII y XVI a.C.) dominaron Egipto y Canaán (se observa en las excavaciones que su cerámica fue dominante). Traen nuevas técnicas en las ciudades: los muros ya más débiles se refuerzan, y las puertas son de tenaza. Hay mayor diferenciación social. Ahora vienen también del norte y de origen indoeuropeo los hurritas.

Los hurritas llegaron a ser tan importantes en la zona que en los documentos egipcios de la época Caná pasa a llamarse Huru (el país de los hurritas, cerca de 1750 a. C.). Florece el comercio (manufactura y materia prima para la industria artesana como colorantes para la cerámica, minerales metálicos traídos desde muy lejos…); el bronce se usa sobre todo para armas y armaduras. Hay una prosperidad económica e incremento de la población, y aparecen más ciudades, o se repueblan algunas ya existentes. Pero los grandes faraones egipcios del Imperio Nuevo lo invanden y dominan[12].

Los hititas forman un imperio al norte, en Anatolia: hacen frente al poder faraónico y establecen cabezas de puente en Canaán y Judea. Hay también rencillas entre cananeos y los hapiru (grupos de hombres armados) y hay una época de discordia en la que decae la cultura y reina el miedo. Hay menor producción por lo que tienen que importar muchas cosas como cerámica.

Los egipcios cuentan (en las cartas de Amarna, del archivo de Ajenatón-Amenofis IV) que la anarquía se apodera de Canaán en el siglo XIV a.C. No pueden dominar el paso de Canaán por causa de los hititas, hasta que Ramsés II hace un tratado de paz perpetua, y el Nahar al-Kalb, río que desemboca entre Biblos y Beirut, separará las regiones dominadas por los hititas, al norte, de las que dominará Egipto, al sur; así Canaán queda bajo la dominación faraónica una vez más. Pero poco después sufrirán una decadencia ambos imperios (ca. 1250 a.C.).

Los Pueblos del Mar serán los nuevos invasores: desembarcan en la costa con armas de hierro, y se adueñan de la costa de Canaán. Parece que de ahí pasó a llamarse la tierra de los filisteos (‘invasores’), aunque también hay otros grupos como son los tjekker, dananeos y shardana. Ramsés III destruyó muchos sitios cananeos. Y los filisteos asumieron las costumbres locales y dominaron la región hasta la conquista asiria de Tiglatpileser III en el año 732 a. C. Luego fueron sometidos y asimilados a las culturas dominantes locales.​ Las cinco ciudades filisteas principales eran Gaza, Ashdod, Ekron, Gath, y Ascalón. Los israelitas logran con el tiempo dominar todo el territorio, aunque precisamente el antiguo Canaán, la zona costera, será lo último en caer en sus manos; y con esta victoria finaliza la historia de antiguo Canaán.

Pero el adn de los cananeos siguió transmitiéndose por generaciones y hoy es predominante en todos los libaneses; en la Biblia se identifica a Canaán con el Líbano (como la ciudad de Sidón), y el territorio hacia el sur: Gaza hasta el «Río de Egipto» y hacia el Este hasta el Valle del Jordán, todo lo cual coincide con la «Tierra Prometida» de los judíos, que van conquistando.

En la época de dominio persa, el nombre de «cananeo» pasó a designar al «fenicio de Tiro», como sinónimo de ‘negociante’ o ‘mercader’ (Isaías 23,8). En la simbología de la Torah, la genealogía para los pueblos cananeos era la descendencia de Canaán, hijo de Cam[13]. Fue la tierra conquistada por Israel (Levítico 18,3)[14].

Según el Éxodo, la salida de Egipto de las tribus hebreas concluyó con la conquista de Canaán hacia 1400 a. C., en un proceso lento, que duró varios decenios. Las doce tribus de Jacob se instalan en esa tierra, y sus descendientes (judíos y samaritanos) se caracterizarían por luchar contra el politeísmo cananeo (los «dioses del materialismo» como El, Baal[15], Asera…) y por el monoteísmo hebreo. Es ésta la segunda conquista de Canaán por parte de Israel. Entre los hebreos, decir «raza de Canaán» era equivalente a un insulto (Daniel 13,56). Pero es difícil compaginar esta tradición con los hallazgos, parece que la cultura israelita es una parte dentro de los demás pueblos semíticos de la zona.​

La cultura israelita

La cultura israelita es así una parte de la familia de pueblos semíticos que tienen una larga historia y una presencia significativa en la región del Oriente Medio. Los pueblos semíticos comparten raíces lingüísticas y, en muchos casos, comparten también elementos culturales, históricos y religiosos. La cultura israelita se desarrolló a lo largo de milenios en la región que ahora conocemos como Israel y Palestina. Su cultura se alimenta de su historia sagrada, narrada en la Biblia y otros textos (incluye momentos clave como la esclavitud en Egipto, el éxodo, la conquista de la Tierra Prometida y la construcción de los Templos en Jerusalén).

La religión juega un papel central en la cultura israelita. El judaísmo es la religión principal, y la Torá (la ley escrita) y otros textos sagrados son fundamentales para la identidad y la práctica religiosa. Además, el cristianismo, y en menor medida, el islam, también tienen raíces en la tradición israelita, ya que comparten algunos textos y figuras religiosas comunes.

El hebreo es la lengua histórica del pueblo israelita y se ha revitalizado en tiempos modernos como lengua oficial de Israel. Además del hebreo, el árabe también es hablado en la región, y hay comunidades de hablantes de otras lenguas.

La cultura israelita también ha sido influenciada por las interacciones con otras culturas a lo largo de la historia, incluyendo las culturas egipcia, asiria, babilónica, persa, griega y romana, entre otras. La diáspora judía ha llevado la cultura israelita a diversas partes del mundo, lo que ha enriquecido aún más su diversidad cultural.

En resumen, la cultura israelita es una parte integral del rico y complejo mosaico de culturas semíticas en el Oriente Medio, con una historia que abarca milenios y que ha dejado una profunda huella en la región y en el mundo.

En el ambiente de Jesús no había esa enemistad, pues vemos en el Evangelio de Mateo y el de Marcos que destacan a Simón el Cananeo, refiriéndose al apóstol Simón (también conocido como «el zelote»), uno de los 12 discípulos directos de Jesucristo.

Aspectos culturales de Canaán

Aspectos culturales de Canaán: el alfabeto. Tiene tanto cultura escrita y literatura, y ha sido un foco de la cultura de nuestra historia; hay documentos en egipcio, acadio, y dialectos semitas cananeos en distintos sistemas de escritura, simplificando los complejos métodos como el jeroglífico egipcio y el silábico cuneiforme (con millares de signos, respectivamente, y con varias lecturas para un signo a veces); así, se llega al silabario de Biblos, con solo un centenar de signos diferentes. El gran hallazgo es el alfabeto (se llega por los signos cuneiformes de Ugarit con sus consonantes y el alef con los tres sonidos vocálicos, y el alfabeto del sur o cananeo que a partir de signos egipcios da origen al cananeo). De ese alfabeto derivarán el griego y el latino. La lengua cananea es un dialecto arameo, muy próximo al hebreo. Están emparentados con las grandes lenguas semitas, árabe y acadio.

El arte de los cananeos es muy pobre; no hay arquitectura monumental ni ornamentación en los edificios. Los templos o palacios son pobres, sin capiteles ni entallados en las puertas…. no hay escultura salvo algunos relieves y pequeñas figuras (dioses), trabajos de marfil y modelados de cerámica y terracotas[16].

La religión de Canaán reza al dios El[17] (consta ya en el siglo XXII a.C.); luego se difundiría entre asirios y babilonios. Considerado padre de Baal, representado por un toro joven[18]. Baal significa “dueño” o “señor” y pasó a llamarse Hadad, “el dios de las lluvias”[19]. Los antiguos hebreos ya habían vivido en Egipto bajo la influencia del culto al dios El (difundido por los hicsos: Ezequiel 20,8). Y a la vuelta a Canaán, la Tierra Prometida, los hebreos estaban rodeados de pueblos que adoraban al mismo dios El-Il-Dagan y a su hijo Baal-Hadad-Hammon; y la excusa para las sus guerras de aniquilamiento contra los pueblos vecinos era quitar el culto pagano a «los Baales» para servir al Dios único Yahvé, y vivir en justicia, verdad, rectitud y compasión, conceptos que los hebreos aplicaban a sí mismos, en lugar del engaño de esas idolatrías.

En resumen, Fenicia o «país de la púrpura roja», junto a Palestina, el Líbano y Siria forman ese pueblo de Canáan, con su puerto fenicio Ugarit (Ras Shamrá) en la costa norte de Siria (milenio VII-VI, con apogeo en ss. XVI-XIII a.C.). Lugar de paso, recibió el influjo de los egipcios y de los hititas, y en el s. XII fue dominada por los «pueblos del mar» y desapareció diluido entre los pueblos dominantes.

La arqueología nos hace comprender mejor muchos pasajes de la Biblia, y el contraste que tiene el profetismo bíblico con las tradiciones de esos pueblos: nace un pueblo que se sabe escogido por el único Dios, pero que tiene sus raíces en esos pueblos que forman el conglomerado al que se llamó un día Canaán.

[1] La Iglesia ha ido depurando ciertas expresiones antisemitas que tenía en su historia.

[2] Por desgracia, Islam ha estado en conflicto con los pueblos vecinos desde el inicio, en el siglo VII. O mejor dicho se han basado en el islam para su afán expansionista. Pero incluso en la ocupación de España, hubo interacción pacífica entre las culturas. Si estamos en Europa, lógicamente tendremos una visión eurocéntrica, y nos puede costar ver la perspectiva de los países de otras culturas; quizá no recordamos la historia que no sólo ha tenido episodios tipo invasiones árabes o batallas como Lepanto, sino también colonialismo europeo invasivo hacia las culturas de países islámicos. Es decir que el contexto histórico era propenso a las guerras. Y el modo de afrontar esa pugna con ciertos países islámicos no ha sido acertada: las intervenciones armadas en Oriente Medio de los últimos tiempos no han arreglado nada, al revés: Afganistán está ahora ocupada en manos de talibanes, y el apoyo de Estados Unidos a Al Qaeda y otros grupos islamistas en la defensa de Afganistán contra el expansionismo de Rusia tampoco acabó bien. Ni Irak mejoró después de la guerra, ni tampoco otros países. Irán, que fue aliado de Estados Unidos, está capitaneando ahora el conflicto con Israel.

[3] Después del holocausto de la Segunda Guerra Mundial, se divide la tierra palestina proporcionalmente a la población que la habitaba, y la ONU apoyó la creación del Estado de Israel de nuevo y del territorio al que llamaron Palestina (que hasta entonces no existía sino como parte de otros territorios). Se quería el reconocimiento de los dos Estados, el Palestino y el de Israel, pero se opuso la alianza de países árabes: el problema se fue aplazando en el tiempo, surgieron conflictos con los países colindantes y mientras tanto el mapa fue sufriendo cambios, el pueblo palestino quedó a los dos lados de Israel.

[4] Se consiguió que muchos países, incluso Egipto reconocieran el Estado de Israel (este año se cumple medio siglo de la Guerra de Yom Kipur, después de la cual Egipto firma los acuerdos de paz con Israel), y ello consolidó su legitimidad. Los tratados de paz después de las guerras, y la labor de la diplomacia, se ha ido alternando con las acciones bélicas por parte de Israel y los países colindantes.

[5] El grupo terrorista Hamas, que acaba de atentar de modo despiadado asesinando a 1300 personas de Israel el 8 de octubre de 2023, la mayoría civiles incluyendo bebés a los que han torturado.

[6] Para que no haya terrorismo, tendrá Israel que promover que los pueblos palestinos tengan gobierno propio, no sean títeres de potencias extranjeras anti-israelitas, que Gaza no sea una cárcel a cielo abierto pero sin caer en la ingenuidad de dejar que sea un avispero de terroristas. Un tema complejo por tanto, donde la seguridad nacional tiene que ir unida a la diplomacia y el diálogo.

[7] Estados Unidos siempre facilita ese apoyo a Israel, vigilante de que Irán, la potencia que está detrás de la organización del terrorismo anti-israelita, no actúe directamente en el conflicto. Además, las desavenencias entre Irán y Estados Unidos han llevado a que el portaviones Gerald Ford esté en el mediterráneo delante de la costa de Israel. Desde la Revolución Islámica de Irán (1979), precisamente al derrocar al régimen del Shah con apoyo de Estados Unidos, se estableció una república islámica en Irán bajo el liderazgo del Ayatolá Jomeini, y el asalto ese año de la Embajada de EE. UU. en Teherán fue la rotura de esas relaciones. El apoyo al año siguiente a Irak en el conflicto con Irán generó más hostilidad entre los dos países. Cuando Irán quiso un programa nuclear, las sanciones contra ese país provocaron que las negociaciones internacionales dieran el Acuerdo Nuclear de Irán en 2015. Los ataques y conflictos regionales de la zona, involucran siempre a Irán y Estados Unidos. En resumen, son relaciones muy complejas, y ahora puede influir lo que pasa en el conflicto palestino-israelí.

[8] Datos de Wikipedia.

[9] En el trazado de las ciudades hay un destacado interés urbanístico: alcantarillados, calles rectas y bien trazadas, armonía de edificios públicos con las viviendas particulares, etc. Esta disposición urbanística es nueva por completo en Canaán y exige una fuerte autoridad interna. Desgraciadamente faltan los documentos escritos que permitan reconstruir la historia durante los casi nueve siglos que duró esta civilización sin variantes (Wikipedia).

[10] Por ser lugar de paso, hay destrucciones de esas ciudades, y reconstrucciones.

[11] Entre estas expediciones hay que destacar la de Sesostris III (ca. 1850 a. C.)

[12] Tutmosis III, ya en el siglo XV a. C., invadió triunfalmente Canaán por el camino del mar, y ocupó Yajó (Joppe), Lidda, Gézer, Megiddo y Ta’ának, convirtiendo en feudatarias a todas las ciudades.

[13] Según el Antiguo Testamento Canaán era hijo de Cam y nieto de Noé. Canaán recibe una maldición de su abuelo cuando Cam su padre, vio a Noé ebrio y desnudo.​

[14] Hay documentación en las cartas de Amarna (ca. 1480-1450 a.C.) y del culto a Dagan entre los habitantes de Canaán, e introducida en Egipto en época de los hicsos. El culto al dios El era propio de los pueblos cananeos en el siglo XXII a.C. Luego se difundiría entre asirios y babilonios. Era la deidad principal, el rey, creador de todas las cosas, el juez que dictaba lo que debían hacer tanto los hombres como los dioses  (Wikipedia).

[15] Es impresionante el duelo entre el profeta Elías y los sacerdotes de Jezabel (1 Reyes 18,20-39): consistía en prender la leña donde se había sacrificado un buey, el dios que invocando lograra prender el fuego sería el verdadero. Las oraciones a Baal (cananeo) no encendió el fuego, y Yavheh envió fuego del cielo que quemó el altar de Elías previamente mojado con mucha agua. Se mataron a los sacerdotes de Baal.

[16] La mayor pieza hallada en Canaán entre las esculturas de piedra es el ídolo del templo de Hasor de la época del Bronce Reciente (ca. 1500 a. C.) que no llega al tamaño natural. Los idolillos y exvotos hallados en los santuarios, especialmente baales de Ugarit, y tablillas de la diosa de la fecundidad halladas en todas partes, nos hablan de un arte de origen remoto mesopotámico, pero de ejecución egipcia. Tanto los idolillos como las plaquitas son de algunos centímetros de altura. Una excepción puede ser la estela de la diosa serpiente de Tell Bayt Mirsim. Los marfiles tallados recuerdan los egipcios, aunque ya se ven influjos mesopotámicos e incluso elementos de los nómadas del desierto.

[17] Era la deidad principal, el rey, creador de todas las cosas, el juez que dictaba lo que debían hacer tanto los hombres como los dioses. Dadas esas características, para algunos, El era el apelativo con que se designaba por antonomasia a Dagan (dios de los cereales).

[18] En Ugarit el templo de Dagan y el de Baal estaban juntos.

[19] En las tablas de Ugarit figura también como el esposo (o hijo) de la diosa Asera (la madre de todos los dioses, la esposa celestial).El pueblo de Israel ha sufrido mucho, y es resistente. El pueblo de Gaza está dominado por Hamás, que tiene odio a los judíos y es tenaz en su lucha CLIC PARA TUITEAR

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