Estamos como en un carril donde no se puede avanzar con una linea continua que nos hace ir a todos según la velocidad del más lento |
Llucià Pou Sabaté Sábado, 18 de noviembre de 2023, 12:06 h (CET) |
¿Cómo hacer para que las ideologías no absoluticen el poder, sino que pongan en el centro a a la persona? El liberalismo prioriza la libertad personal pero si no lo armoniza con el principio de la igualdad se convierte en capitalismo salvaje; el socialismo prioriza la igualdad, pero si impide el crecimiento económico de las personas y su libertad, se convierte en un régimen de muchos que pueden vivir pero no se crea riqueza (Cuba, Venezuela, la antigua URSS…), estamos como en un carril donde no se puede avanzar con una linea continua que nos hace ir a todos según la velocidad del más lento. Todos se quedan cortos sin una educación integral de la persona. Pongamos un ejemplo: dos ciudadanos se llaman Juan y Pepe. Juan ha trabajado y goza de una posición social bienestante, tiene una pequeña empresa con 3 empleados, que le ha permitido invertir en unos pisos cuyos alquileres le proporcionan seguridad de cara a su jubilación próxima, y quiere votar a los que protejan eso, le den seguridad. Pepe ha tenido una juventud despreocupada y no ha cotizado, quiere ayudas sociales para vivir, y como no tiene casa y no quiere estar en la de sus padres, okupa un piso de Juan y votará los que aumenten impuestos a los que trabajan, para que haya prestaciones sociales y una redistribución de las riquezas para que no haya pobreza social sino prestaciones que den a todos unos medios para vivir. La visión de cada uno de ellos es lógica dentro de su puntos de vista individualista. Es lógico que haya una libertad en crecer, y al mismo tiempo es lógico que haya una necesidad de compartir, pues solo crezco de verdad cuando me preocupo de los demás. Gobernar es poner de acuerdo los contrarios, los conflictos, y tiene que haber un equilibrio entre la búsqueda de votos y un sentido de paz social a largo plazo. En los países de la antigua URSS, el trabajo no estaba bien visto pues la igualdad del pueblo alimentaba la riqueza de las oligarquías gobernantes, y no veía el pueblo una motivación para trabajar más que el de al lado, en una búsqueda de mínimos. La conclusión es que no había progreso, era más bien ficticio. Con ello quiero decir que ayudar a los necesitados, y compartir, no es una idea trasnochada y sensiblera para utopías, sino que está en la base de una paz social. El discurso de clases sociales por sí mismo no ha arreglado nada, cuando han quitado el dinero a unos se lo han quedado otros creando nuevas oligarquías, sin que los pobres hayan mejorado, pues el dinero, como el poder, corrompe a muchos; y la solución no es cuestión de fomentar la envidia de quitar dinero a los ricos para dárselo a los pobres, sino crear riqueza, y esto supone educación de las personas, educar los corazones, para conjugar esos dos derechos: la libertad de crear riqueza, y la solidaridad de compartirla. Por desgracia, la economía mira intereses egoístas, y causa formas nuevas de indigencia y exclusión, ciertas estructuras económicas y financieras no tienen escrúpulos, con criterios que escogen a dirigentes carentes de sentido humanitario y de responsabilidad social. Pero la solución no son ayudas sociales en lugar de dar trabajo pues el trabajo es una parte fundamental de la dignidad de las personas, las prestaciones sociales han de ser temporales, y la atención no puede ponerse en buscar más dinero para repartir a más gente que no trabaja, pues dar un pez es comida para un día, pero enseñar a pescar es arreglar la situación: las prestaciones solamente, pueden provocar clientelismo (votos) y falta de iniciativa por buscar trabajo; fue un problema en los años de gobierno del PSOE andaluz, que ahora quiere trasladarse a toda España: prometer dinero fácil a jóvenes, desempleados… Pero si lo que consiguen es ahogar al empresario y que lleve sus empresas a otro sitio, perdemos riqueza en lugar de ganarla. Recuerdo en un cantón italiano del sur de Suiza, que me decían que allí están 7000 habitantes, pero tenían la sede social de cerca de 40.000 empresas, pues pagaban muy poco de impuesto de sociedades en ese cantón y muchas empresas iban allí a alojar su sede. Tampoco es solución que el PP esté en manos de intereses empresariales, pues es de justicia dar un salario justo como se está promoviendo en estos años en España, y además oprimir al trabajador como se ha hecho en el sector hotelero con salarios basura y horas de trabajo sin pagar no es solución ética ni económica. El oprimido siempre levanta la cabeza, y su dignidad se revuelve contra el opresor. Como siempre, la cuestión es buscar una armonía, pues si a un camarero le sale más rentable tomar una prestación social que trabajar, y así tiene tiempo para hacer cosas “en negro”, eso no ayuda a la larga al bien común. Si solo se dan prestaciones sociales el resultado es pobreza y solo sirve para aumentar la fidelización a un partido político, y en cambio la planificación creativa de trabajo es riqueza. Y esto requiere poner a cada uno en su sitio, según las capacidades propias de cada persona. Una cosa importante sería crear empleo social que acompañe a las prestaciones, así no sería una compra de votos sino reforzar la dignidad de esas personas. Por ejemplo, no es “comprar votos” organizar que quien se sienta con capacidades limpie bosques (coordinado por un agente forestal) o lleve al monte un rebaño de ovejas (con un pastor que enseñe), quien se sienta capaz de hacer copias de libros pueda informatizar los archivos de la sociedad (civiles, militares, eclesiásticos, coordinado por personal cualificado), colaborar en obras públicas (en hacer cisternas en cada pueblo, para una buena política de aguas, por ejemplo) según el talento de cada uno, y así podríamos ir encontrando mil cosas que requieren trabajadores. Resolver las causas estructurales de la pobreza es un reto para la solidaridad. No se trata de hacer como la fábula de la hormiga previsora que tiene riqueza, y la cigarra despreocupada que está sin nada, pero al revés: quitar la despensa de quien ha trabajado, para dársela a la persona que no ha hecho nada. Esto sería contraproducente. Se trata de fomentar que cada uno comparta según lo que tiene, el empresario sobre todo a través de crear puestos de trabajo, y el que puede trabajar y está en paro, que pueda aportar su valor en los sectores que se requiera y para los que se sienta capacitado. Para eso la formación es muy adecuada. Sin embargo, mi impresión es que la formación es muy formal (dar dinero de fondos europeos a empresas que ofrecen cursos online) pero en muchos casos no hay una conexión con el valor de trabajo que esa persona puede ofrecer, y teniendo en cuenta a empresas que requieren ese valor de trabajo. La solución sería que hubiera una interconexión entre la formación y las estructuras laborales a través de las oficinas de empleo. Incluso conjugar la visión de esos funcionarios estatales con la de los locales, para adecuar a cada persona esas necesidades, lo que necesita la sociedad y lo que necesita esa persona. Porque la informatización de España ha sido un desastre en cuanto a implementación: aparte de que los sistemas fallan más que una escopeta de feria, se ha perdido la atención a la persona, al dejarla en un mundo de bits que no pueden atender sus necesidades. Los protocolos han ahogado el fin que se proponía, porque como en todo se requiere un equilibrio. |