Juicio moral sobre el autoerotismo

Juicio moral sobre el autoerotismo

“Las primeras experiencias sexuales en sentido estricto suelen revestir en la mayoría de los adolescentes la forma del autoerotismo o, con otro nombre, masturbación o sexualidad solitaria. Tampoco es raro que se verifique entre adultos, especialmente si, por cualquier motivo, se ven privados de relaciones sexuales completas. Las desviaciones afectivas y algunas situaciones neuróticas provocan frecuentes manifetaciones autoeróticas, que a veces alcanzan un carácter constrictivo claramente psicopático. Por el contrario, la medicina actual parece de acuerdo en afirmar que la masturbación por sí misma no causa ningún estado físico de tipo patológico, salvo, en caso que sea excesivamente frecuente, una cierta fatiga nerviosa… El juicio negativo sobre el autoerotismo, que es tradicional en la teología católica, tiene su fundamento más sólido en el carácter imperfecto e insatisfactorio de la sexualidad solitaria. La sexualidad humana, además del fin biológico de la reproducción, tiene en el plano psicológico un carácter esencial de expresión del amor”. M. Benzo estudió en un documento que ahora ha sido editado por la Congregación de la Fe este tema, y añade que mientras que el adolescente quiere sexo el maduro “aprende que es mucho más importante y decisivo todavía superar la soledad humana y, para ello, encontrar afectos verdaderos y profundos. Para ello, la relación sexual no es más que un camino entre otros… es uno de los lenguajes del amor y que… si la expresión es importante, todavía lo es más lo que se transmite con el lenguaje. Ciertamente, la elevación del instinto al plano del lenguaje es un proceso duro y difícil, porque el instinto tiene una dinámica biológica propia. Sin embargo, es sólo a nivel de comunicación donde la sexualidad alcanza su significado y su plenitud”.
El plano de unión física va unido al afectivo, la unión físico-psíquica hace que una cosa sin la otra, “sin participar en su vida psíquica, sin interesarse en ella, sin compartir sus penas y sus alegrías, supone una división artificial del ser humano, una falsificación, una mentira”. En la sexualidad se da también una dimensión interna, todas las dimensiones de la persona están implicadas, y en la experiencia sexual hay placer también para el otro, y tiene estructura de donación, entrega, regalo símbolo de amor. Por eso la “sexualidad sin amor es profundamente insatisfactoria” (como dice la canción, “el sexo sin amor te hace sentir peor”), dentro del misterio que comentamos y que es de difícil explicar. También porque el amor tienen varias “capas”: goce (si sólo hay éste, es “una forma de narcisismo, en la que sólo cuenta el propio yo). El amor de posesión, que quiere apropiarse del otro, del que tanto habló Sartre, es “poseerlo en cuanto ser libre, o, con otras palabras, obtener la seguridad de que la persona amada me elige siempre como fundamento de su vida. Si el otro queda atrapado en esa relación de modo que pierde su libertad, su posesión deja de ser deseable”. Queda el “amor de identidad”, su fin es la solidaridad, “descubrir que el otro es también un yo y, por tanto, sentir como propio lo que le sea favorable o desfavorable, riendo cuando ríe y llorando cuando llora. Identificarse con sus deseos, sus temores, sus esperanzas y sus deberes… no es una relación estática, sino dinámica; algo que debe reemprenderse cada día. La sexualidad adecuada a este tipo de amor no busca, antes de nada, ni el placer ni el dominio, sino la intimidad psico-física, la participación en el ser del otro, la sinceridad plena, la donación completa. Se trata de la sexualidad que corresponde al ideal cristiano del amor.
Llucià Pou Sabaté


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