LA FAMILIA
El primer modo de agrupación y de ser con otros es la familia.
Varón y mujer, enamorados o no, cuando usan la función sexual engendran hijos.
Si no los rechazan y los cuidan forman una agrupación mínima, que llamaremos comunidad de personas esencial.
En la sociedad actual el nombre de familia es tan prestigioso que se intenta que agrupaciones de lo más variado adopten ese nombre.
Así hacen con todas las posibilidades sexuales posibles: – hombre-hombre, mujer-mujer, hombre sólo con hijos, mujer sola con hijos, hombre-mujer con unión rescindible al propio gusto, o con papeles en el juez – .
Sorprende que en Occidente no se exija demasiado la poligamia que tiene más razones para existir que las uniones estériles homosexuales, y eran frecuentes en la antigüedad.
Este desquiciamiento no es fruto de casos aislados sino de una campaña que bien se puede llamar escandalosa, en cuanto unos pocos inducen a otros más débiles a estas conductas desnaturalizadas…
Entendemos por familia “comunidad de personas de sexo diferente con un vínculo monogámico, generadoras de hijos, fuente de derechos y obligaciones. El vínculo nace del consentimiento de las partes y presupone la capacidad de entender y querer en orden a los compromisos que se adquieren”.
Es la forma más depurada de “Uno con una para siempre” abierta a la procreación. Esta unión lleva muy adecuadamente a que el recién nacido sea: hijo-persona en el sentido más integro, es decir, como alguien querido por sí mismo.
El hijo reafirma el vínculo del hombre y mujer convirtiéndoles en padre y madre ayudándoles a salir del círculo cerrado de la pareja a la apertura amorosa y, si crece a una unión de intimidades.
Esta familia es un lugar que no puede ser sustituido por nada, como se ha visto en las comunas, orfanatos, etc.
El ser con otros, más próximo y natural, es la familia. Todo ser humano nace de la unión sexual entre dos seres humanos hombre – mujer de modo que los tres pasan a ser: hijo, padre o madre para siempre. Nunca dejarán esta condición de relación real.
Esta relación es tan fuerte que el hijo sin ayuda -por su inmadurez al nacer- no puede sobrevivir antes de varios años Las consecuencias afectivas, positivas y negativas, son enormes y hoy, que se pueden detectar mejor, se ven con más claridad.
La crisis de la familia en Occidente es indudable, aunque se señalen las muchas desgracias y sufrimientos que llevan consigo las desestructuraciones familiares. Vale la pena observar las causas para poder aplicar un remedio.
Las causas las encontramos en dos formas de despersonalización: el individualismo y el colectivismo. En ambas destaca una idea impersonal de la libertad. Se pueden resumir en que entienden la libertad como excusa para el egoísmo. Se duda de que la persona sea capaz de una libertad amante. El pesimismo antropológico es patente.
La libertad y el amor son fundamento de la indisolubilidad del matrimonio (institución para proteger la maternidad) más allá de la libertad caprichosa. Los esposos tienen capacidad de compromiso indisoluble, y también tiene derecho a que la ley proteja el matrimonio indisoluble y no obligue a realizar matrimonios solubles como de hecho ocurre en la legislación civil de Occidente.
Los bienes de esa realidad son los bienes del matrimonio: los hijos y la fidelidad. Plantearse otro tipo de ventajas distintas a éstas no es matrimonio, sino un contrato más o menos comercial, muy lejano del ser personal y causa un mal cierto a los hijos, a los esposos y a toda la sociedad.
Enrique Cases