La interacción entre herencia y consciencia, genética y libertad personal

La frase del obispo Tihamer Toth, de hace más de un siglo, dirigiéndose a un joven al que le costaban aspectos de carácter: “conforme, esas tendencias (de genio, de desorden, o castidad…) pueden no ser pecado, puedes llevarlas de serie, pero si luchas todo irá mejor”, nos invita a reflexionar sobre la compleja relación entre nuestra herencia biológica y nuestra capacidad para trascenderla. ¿Estamos determinados por nuestros genes, o somos libres de moldear nuestro destino?

Herencia y genética

Tradicionalmente, se ha creído que muchas de nuestras características, tanto físicas como de comportamiento, son heredadas de nuestros progenitores. La genética, la ciencia que estudia la herencia biológica, nos ha revelado que los genes, unidades de información genética contenidas en el ADN, son los responsables de transmitir estas características de una generación a otra1. Sin embargo, esta visión determinista ha evolucionado con el tiempo.

Si bien los genes actúan como “recetas” para la producción de proteínas, que a su vez son las moléculas que realizan la mayor parte de las funciones en nuestras células, cada vez es más evidente que no son los únicos factores que influyen en nuestro desarrollo. La epigenética, una disciplina relativamente nueva, estudia cómo los factores ambientales pueden modificar la expresión de nuestros genes sin alterar la secuencia del ADN2. Esto significa que nuestras experiencias de vida, desde la nutrición hasta el estrés, pueden dejar una huella en nuestro genoma y afectar a nuestra salud y comportamiento.

La trascendencia del ser humano

Pero ¿qué hay de las cualidades más abstractas, como la inteligencia, la creatividad o la espiritualidad? ¿Son también producto de nuestros genes? La neurociencia nos ha mostrado que la mente y el cerebro están íntimamente relacionados, pero no son idénticos. La mente es una entidad emergente que surge de la compleja interacción de las neuronas, pero también está influenciada por factores sociales, culturales y espirituales3. Es decir, nuestra mente no es solo un producto de nuestro cerebro, sino también de nuestras experiencias y de nuestro entorno.

Aquí es donde surge una pregunta intrigante: ¿no será que no es el cerebro el que configura la mente, sino que es la mente la que informa al cerebro desde una dimensión no física? Esta perspectiva sugiere que la mente podría tener una existencia independiente y que influye en el cerebro, en lugar de ser meramente un producto de él.

Esta visión más holística del ser humano nos permite comprender cómo podemos trascender nuestras predisposiciones genéticas. Si bien podemos heredar ciertas tendencias, como una predisposición a la ansiedad o a la depresión, no estamos condenados a vivir con ellas. A través de la educación, la terapia y el desarrollo personal, podemos aprender a gestionar nuestras emociones, a desarrollar nuestras fortalezas y a superar nuestras limitaciones.

La herencia cultural y espiritual

Además de nuestra herencia biológica, también somos herederos de una rica historia cultural y espiritual. Los valores, creencias y tradiciones que aprendemos de nuestra familia y de nuestra comunidad nos moldean como personas y nos proporcionan un sentido de identidad4. Esta herencia cultural nos conecta con nuestras raíces y nos inspira a construir un futuro mejor.

Una idea fascinante a considerar es que los genes no contienen toda la información que llevamos de nuestros padres, sino que interactúan con una especie de «wifi» que podríamos llamar «mar de consciencia». Este mar de consciencia nos conecta no solo con nuestros antecesores sino también con todas las demás personas. Esto implicaría que nuestra conexión con el pasado y con los demás es más dinámica y espiritual de lo que la genética tradicionalmente sugiere.

La conexión con vidas pasadas

Finalmente, hay una reflexión adicional sobre lo que algunos llaman «regresiones» de otras vidas. ¿Y si estas experiencias no fueran reencarnaciones propias, sino conexiones con otras vidas a través de este mar de consciencia? Podríamos estar accediendo a memorias y experiencias que no nos pertenecen directamente, pero que nos son accesibles gracias a esta red espiritual que nos une a todos.

Conclusión

En conclusión, somos producto de una compleja interacción entre nuestros genes, nuestro entorno y nuestras elecciones. Si bien nuestra herencia biológica puede influir en nuestras vidas, no nos determina. Tenemos la capacidad de moldear nuestro destino y de transmitir a las futuras generaciones un legado enriquecido por nuestra lucha y nuestras conquistas. Como decía el obispo Toth, “transmitirás, a tus hijos una tradición mejorada con tu lucha, un mundo mejor”.

Quedan abiertas muchas preguntas para reflexionar: ¿Cómo podemos conciliar nuestra herencia biológica con nuestra libertad de elección? ¿Qué papel juega la educación en la formación de nuestra personalidad? ¿Cómo podemos transmitir nuestros valores y creencias a las futuras generaciones? ¿Existe una conexión entre la espiritualidad y la genética? ¿Podría la mente influir en el cerebro desde una dimensión no física? ¿Es posible que exista un «mar de consciencia» que nos conecta con nuestros antecesores y con otras personas? ¿Las regresiones a vidas pasadas podrían ser conexiones con experiencias de otras personas a través de esta red espiritual?

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