Cuando la vocación no basta: lo que aprendemos del aislamiento de Fran Cuesta

A veces confundimos la entrega con la inmunidad. Pensamos que quien tiene una misión clara, quien vive por una causa, quien ha elegido una vida de compromiso… no puede romperse.

Y sin embargo, también se rompen.

Fran Cuesta —activista, cuidador de animales, defensor incansable del medio ambiente— lo ha dejado claro en más de una ocasión: no todo es fuerza y garra. Detrás de la selva, de las cámaras, de las serpientes rescatadas, hay un hombre que ha vivido largas temporadas en aislamiento, bajo presión, enfrentando conflictos, sin red emocional suficiente.

Y eso, pesa. Mucho.

Porque la soledad emocional no se cura con propósito.
Porque cuidar a otros no sustituye ser cuidado.
Porque ser fuerte no significa no necesitar ayuda.

Este caso me lleva a pensar en tantas personas que viven volcadas en su trabajo, en su familia, en sus pacientes, en sus luchas… y que, sin embargo, van acumulando un vacío que nadie ve, porque siempre están «bien», porque son los que «pueden con todo».

«El alma necesita calor humano para no congelarse.»

Así que si te dedicas a cuidar, a liderar, a proteger… no te olvides de ti.
Si vives entregado a un propósito, no ignores tu fragilidad.
Y si estás solo, aunque seas valiente, busca compañía verdadera, no solo admiración.

Porque incluso los que parecen invencibles… también necesitan ser vistos, abrazados y escuchados.

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