
El otro día, alguien me compartió algo que quizá también te ha pasado.
Después de años luchando por alcanzar la anhelada Libertad Financiera, esta persona sentía miedo.
Miedo de que todo se derrumbase.
Miedo de tener que volver a empezar.
Miedo de regresar a una vida que ya había dejado atrás: la de los sueldecitos, las conversaciones vacías en la máquina de café y los jefes de humor cambiante con camisas de poliéster en oferta.
Un miedo comprensible. Porque el éxito, como tantas otras cosas valiosas, es frágil.
La salud es frágil.
El dinero es frágil.
Las buenas relaciones también lo son.
Y sin embargo, hay algo mucho más fuerte que todo eso: la capacidad de reconstruir desde cero.
Le dije algo que también quiero decirte a ti:
el verdadero éxito no es lo que has logrado, sino en quién te has convertido al lograrlo.
Ese conocimiento, esa experiencia, esa manera de ver el mundo… son tus alas.
Y aunque la rama donde te apoyas se rompa, tus alas siguen ahí.
Porque una vez que has aprendido a volar, puedes volver a hacerlo. Más alto. Más libre. Más rápido.
Es natural sentir miedo.
Pero también es natural darse cuenta de que ya no eres la misma persona que eras antes de empezar.
Hoy tienes herramientas.
Tienes formación.
Tienes historia.
Y todo eso te da algo inmensamente poderoso: certeza.
La certeza de que, si todo se viniera abajo, podrías volver a levantarlo.
Tal vez no igual. Tal vez mejor.
Pero sin duda, en menos tiempo.
Tu seguridad no está en la rama.
Está en tus alas.
Y si ya sabes volar, no hay tormenta que pueda detenerte.
Porque ya no dependes de la estabilidad de lo externo, sino de la fuerza interna que has cultivado.
Así que si alguna vez dudas, recuerda esto:
No es la rama.
Son tus alas.